Ruge voraz el agua,
se oculta entre las rocas
de esta blanca noche,
cuando ya no sueño
con navegar tu cuerpo.
Y aunque aprietes
tu pubis contra mí
para espumar
tu sensualidad de mujer,
ya no te respiro el alma
para mi alma vivir.
Estas añosas manos
y muy reseca lengua
tatúan finados versos
en tu vieja piel,
para así escribir
de nuestro anciano amor,
que sin remedio
ni nefaria lágrima caída
yace bien muerto.