El pasado mes de septiembre, con ocasión del 60º Aniversario de la publicación del libro El Grado cero de la escritura, de Roland Barthes, la revista cultural de un diario argentino daba acogida a la cuestión de por qué releer a este importante crítico. En relación con la temática de la CONCIENCIA DE AMOR, que específicamente traté en el anterior post, asumo esa pregunta y recojo aquí un apartado de otro conocido libro de Barthes, que tiene el título de Fragmentos de un discurso amoroso y fue editado en el año 1977.
«"Quiero comprender".
COMPRENDER. Al percibir de golpe el episodio amoroso como un nudo de razones inexplicables y de soluciones bloqueadas, el sujeto exclama: "¡Quiero comprender (lo que me ocurre)!"
1. ¿Qué pienso del amor? - En resumen, no pienso nada. Querría saber lo que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia. Aquello de donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para hablar (el discurso amoroso). Ciertamente se me permite la reflexión, pero como esta re flexión es inmediatamente retomada en la repetición de las imágenes no deriva jamás en reflexividad: excluido de la lógica (que su pone lenguajes exteriores unos a otros), no puedo pretender pensar bien. Igualmente discurriré bellamente sobre el amor a lo largo del año, pero no podré atrapar el concepto más que "por la cola": por destellos, fórmulas, hallazgos de expresión, dispersados a través del gran torrente de lo Imaginario; estoy en el mal lugar del amor, que es su lugar deslumbrante: "El lugar más sombrío -dice un proverbio chino- está siempre bajo la lámpara." (Reik).
2. Al salir del cine, solo, rumiando mi problema amoroso, que la película no ha podido hacerme olvidar, lanzo esta curiosa exclamación: ¡basta: que se acabe!, pero: ¡quiero comprender (lo que me ocurre)!
3. Represión: quiero analizar, saber, enunciar en otro lenguaje que no sea el mío; quiero representarme a mí mismo mi delirio, quiero "mirar a la cara" lo que me divide, lo que me recorta. Comprended vuestra locura: tal era el mandato de Zeus cuando ordenó a Apolo volver los rostros de los Andróginos divididos (como un huevo, como una serba) por el corte (el vientre) "para que la vista de su seccionamiento los vuelva menos osados". (Banquete) ¿Comprender no es escindir la imagen, deshacer el yo, órgano soberbio de la ignorancia?
4. Interpretación: no es eso lo que quiere decir vuestro grito. Ese grito, en verdad, es todavía un grito de amor: "Quiero comprenderme, hacerme comprender, hacerme conocer, hacerme abrazar, quiero que alguien me lleve consigo." (A.C.) He aquí lo que significa vuestro grito.
5. Quiero cambiar de sistema: no desenmascarar más, no interpretar más, sino hacer de la conciencia misma una droga y a través de ella acceder a la visión sin remanente de lo real, al gran sueño claro, al amor profético. (Etimología)
(¿Y si la conciencia -una conciencia semejante- fuera nuestro porvenir humano? ¿Y si, por un giro supletorio de la espiral, un día, resplandeciente entre los demás, desaparecida toda ideología reactiva, la conciencia se convirtiera finalmente en esto: la abolición de lo manifiesto y de lo latente, de la apariencia y de lo oculto? ¿Si se requiriera del análisis no ya destruir la fuerza (ni tampoco corregirla o dirigirla), sino solamente decorarla, como lo haría un artista? ¿Nos imaginamos que la ciencia de los lapsus descubra un día su propio lapsus y que ese lapsus sea: una forma nueva, inaudita, de la conciencia?).
REIK: proverbio citado por Theodor Reik, Fragment d'une grande confession, Denoël, 184. 66.
BANQUETE, 81: Platón, Le banquet ou de l'amour, Payot.
A.C.: carta.
ETIMOLOGÍA: los griegos oponían onar,el sueño común, e hypar, la visión profética (jamás creída). Señalado por J.-L- B.: Jean-Louis Bouttes, Le destructeur d'intensité, manuscrito. »