que se evaporan en polvo
cuando un aire de fuego
sopla en las bajas hoyas.
Los cíclicos sequerales,
por donde los críos,
a la caza de grillos,
hollan los caminos de tierra.
Hay arcillosos cibantos
malheridos en sus lomos
con grietas de tormenta,
refugios para los lagartos.
Ribazos y caballones
cubiertos de yerba seca,
donde las cabras rascan
sus huesudos cuerpos,
dándose un gustoso alivio.
Zanjas angostas y resecas
cuando un aire de fuego
sopla en las bajas hoyas.
Los cíclicos sequerales,
por donde los críos,
a la caza de grillos,
hollan los caminos de tierra.
Hay arcillosos cibantos
malheridos en sus lomos
con grietas de tormenta,
refugios para los lagartos.
Ribazos y caballones
cubiertos de yerba seca,
donde las cabras rascan
sus huesudos cuerpos,
dándose un gustoso alivio.
Zanjas angostas y resecas
sin gota de agua que llevar
hasta las vacías albercas;
hasta las vacías albercas;
y hay unas viejas higueras
que protegen del sol
a sudorosos botijos de barro.
Hombres y mujeres, ¡ay!,
con sombreros de paja,
y largas horcas de madera
y largas horcas de madera
sujetas a sus rudas manos
para así ablentar la parva.
para así ablentar la parva.
Mientras las horas pasan,
una mula arrastra y arrastra
el trillo sobre la era; en las ramas
el trillo sobre la era; en las ramas
los jilgueros cantan que cantan.
Cantando un trino mayor
cuando más ahoga la canícula,
cuanto mayor es el tronío
de la muerte traicionera…
que golpea sin gota de piedad
la campana de una iglesia,
-cada dos, tres o cuatro días-
con su inconfundible y agudo
toque, de sonsonete mortal.
Cantando están los jilgueros
mientras la mula tira y tira
del trillo sobre la era; mientras
los críos cantan a la vida,
al oír la hora de la muerte sonar.
(tvb)