Ayer martes, por la mañana, asistí a la mesa redonda «La afirmación de los Derechos Humanos en el contexto iberoamericano», en la que participó Baltasar Garzón. El acto tuvo lugar dentro del seminario internacional (brasileño-hispano) «Transiciones democráticas y calidad de la democracia», que durante esta semana se está celebrando en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, bajo la organización del Máster Universitario en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo. También estuve presente el día anterior en el que se celebró la inauguración del evento con una conferencia del expresidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy, tengo previsto acudir a la última mesa redonda con la que se cerrará el encuentro.
En su intervención, Baltasar Garzón dibujó un mapa de los derechos humanos en Latinoamérica. Lo hizo refiriéndose a cada uno de los países del continente. No voy a comentar aquí sus ideas centrales acerca de cómo andan las cosas por allá y de cómo las vemos desde acá. Lo que me hace escribir esta entrada es la «decepción confirmada» que me causó el devenir del discurso de Garzón. Me resultó decepcionante y desalentador, para la defensa de los derechos humanos, que mientras criticaba de manera enfática la confrontación que mantiene la Corte Suprema de Uruguay con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sin embargo, cuando llegó el turno de Venezuela, Baltasar Garzón se subió a la retórica de la disculpa. Así fue, doy testimonio de ello. Sostuvo, casi textualmente, que no se puede decir que en Vanezuela se produzcan violaciones de derechos humanos ni que haya impunidad de las mismas. Mantuvo que eso no se puede decir porque es necesario conocer bien cuál es el proceso de choque social que se está viviendo en Venezuela en los últimos años. Y yo me pregunto, más allá de esta ceguera epistemológica que obvia las injusticias que padecen muchos ciudadanos de Venezuela, ¿cómo es posible que a Baltasar Garzón le escandalice la negativa de la Corte Suprema uruguaya de avenirse a las resoluciones de la Corte Interamericana y no le cause ningún juicio de valor el hecho de que Venezuela haya denunciado a esta Corte de los Derechos Humanos, abandonándola tras años de echar pestes contra ella por boca de su fallecido presidente-comandante y el heredero de este? ¿Cuántas varas de medir tiene Baltasar Garzón? Uno ya sabía que en otros asuntos él tenía cuantas fuesen precisas para cuántas justicias se precisaren según el caso. De ahí que la decepción no me haya sorprendido, sino que sea confirmada. De verdad, aunque sea mi frágil y fragmentada parte de verdad, entiendo que a este señor no se le puede tomar en serio, con este señor hay que tener cuidado, y mucho, en los asuntos de gravedad humana. Mala mezcla esa del cinismo y del sectarismo. Pero que muy mala para eso que se dice defender desde siempre y contra todo lo que se menea. ¿Desde cuándo y qué es lo que se menea?