Allá por el s. IV. a. C. y en plena luz del día, Diógenes de Sínope se paseaba con una linterna por las calles de Atenas buscando un hombre. Este filósofo, conocido como El Cínico, opinaba que no había hombres puesto que no existía ni uno que fuese honrado. Por su parte, en nuestra época hay varones que no se cortan un pelo en afirmar que ya no hay hombres. Quienes así niegan tal existencia no lo hacen en el sentido ético en que lo decía aquel admirable filósofo. Estos contemporáneos nuestros expresan, con bravucona y machuna soberbia varonil, un lamento o queja más o menos resignados: según ellos, los tiempos están cambiando progresivamente debido a una creciente feminización de las costumbres.
Ahora bien, en esta época nuestra no solo algunos despechados machos afirman que no hay hombres. Ana, Caren o Concha son los nombres de tres mujeres que así opinan. Pero no son las únicas. Cada vez son más las mujeres, y no sólo mayores de cincuenta años, sino de treinta en adelante, que afirman con pleno y hasta enojado convencimiento que, en efecto, no hay hombres. Ante esto, las preguntas se imponen: ¿En qué sentido lo afirman estas mujeres? ¿Coinciden ellas con la perspectiva machuna? ¿Lo afirman en una dirección y/o sentido contrarios? ¿Qué quieren decir estas mujeres cuando dicen NO HAY HOMBRES? ¿Qué deseo, demanda, falta, etc., sustentan tal percepción valorativa? ¿De qué puede ser síntoma y/o señal no solo de las mismas mujeres y de los hombres -¡que no hay!-, sino de la sociedad misma, de nuestra época, en contraste con otras anteriores?
Para aquellos lectores que, bien sean mujeres o bien sean hombres, se sientan impelidos por ese hecho y esas preguntas, dejo anotados estos doce enlaces donde podrán encontrar otros tantos textos, que sin duda les ayudarán a pensar en ello.