A falta de un racional sustento
y sobrados de hambre
en su avaricioso apetito
de cadáveres
sin fin ni cuenta
tomaron las ideas mortecinas
como sacro alimento.
Su odio secular y añejo
los resucitaba
con ánimos infernales
hasta adentrarlos sin aire puro
en las negras profundidades
donde con criminales manos
reanimaban los corazones
de mecánicos y cadentes latidos
al ritmo de una muerte fratricida.
(TVB)