La suspensión de la justicia, la hora del exterminador, es la noche. (...) Las relaciones interhumanas exigen la claridad del día; la noche es el peligro mismo de una justicia suspendida entre los humanos. ¿Habría que hacer una distinción entre las guerras de día, (...), y aquellas que se prologan y adentran en la noche, donde la razón ya no es maestra de las fuerzas desencadenadas?
(Emmanuel Levinas, De lo Sagrado a lo Santo)