viernes, 22 de febrero de 2019

DE SÓCRATES Y PRESOS, AQUÍ Y AHORA.


Se puede y se debe ser cordial, amable, atento y amistoso en lo personal, pero también se debe hacer valer una amistad como virtud política que no transige con ninguna forma de tiranía, porque como bien dijo Aristóteles -y así repitió Nietzsche-, el tirano no tiene amigos y el esclavo no puede tenerlos. Así pues, que nadie por amistad me pida que cierre el pico, porque las lechuzas de Minerva levantan el vuelo en la noche oscura, pero no todas lo hacen a la misma hora ni en una única bandada homogénea y uniformada. Uno tiene también su conciencia ética y su voluntad de libertad y de igualdad, vamos, de una justicia siempre por hacer. 

  • Cuando se dice que todo «X» no tiene la propiedad «P», no se está diciendo que ningún «X» tiene la propiedad «P». Cuando se dice que todo «X» no tiene plenamente la propiedad «P», no se está diciendo que no hay algún «X» que tenga la propiedad «P» parcial o provisionalmente. Lo cual obliga a cuidar mucho el uso de estos enunciados en nuestras argumentaciones éticas y políticas. Si nos cuesta entender las lógicas formales o simbólicas de nuestro tiempo, a lo mejor, puede servir de ayuda la lógica clásica, donde se distinguían los enunciados contradictorios, contrarios y subalternos. Para salir del paso, ayuda. Y para no pisar ni impedir ilegítimamente el paso de alguien ayuda más. También es útil para no ir a paso cambiado consigo mismo. Ni que decir tiene que es un aceptable apoyo para cuando hay que ir a paso contrario del que marca la tiranía de una mayoría impostada.
  • La diferencia sustancial entre Sócrates y quienes justifican sus conductas diciendo que son como Sócrates, es que Sócrates nunca haría esto con ningún «Sócrates» que fuese anterior a él mismo. 
  • La virtud política de Sócrates no consiste en no huir, sino en la concepción que tiene de la ley para no hacerlo; y no porque santifique una ley concreta ni conceda valor sacro-trascendente a la ley en sí misma, sino por lo que esta -a pesar de su relatividad- supone sobre la innegociable condición ética del ciudadano y sobre el bien común de la ciudad, el que es irreductible -en principio- al bien de pocos o muchos por muchos que sean.
  • Desobedecer una ley apelando a que ninguna ley es plenamente democrática y, cuando llega el caso delante de los tribunales, no reconocer dicha desobediencia como delito ilícito, o sea, no asumir con coherencia ética las consecuencias legales de dicha desobediencia no es lo que hizo Sócrates. Es lo que hacen quienes se identifican con Sócrates de un modo no socrático. 
  • Sócrates no era -a pesar de lo que deseen algunos- megalómano, paranoico y cínico todo a la vez, ni tampoco por separado. 
  • El uso partidista, de cara a la propia imagen pública, que realizan algunos políticos de los filósofos y de sus obras, dice algo de quienes lo hacen y de los filósofos que se dejen así hacer y querer. La obscenidad ética de los primeros es reincidente; para los segundos es un peligro permanente. Los cantos de sirena son como el ser, que cantan de muchas maneras; y las astutas argucias de Ulises -ubicuo donde los haya- es tan poderosa que adopta la forma misma de una embaucadora sirena. 
  • La diferencia entre democracia como sustancia y democracia como función, no significa que esta última sea democracia a discreción, o sea, pura arbitrariedad. La desobediencia de la ley requiere, si no más, sí tanta legitimidad como la que se le exige a ley misma. Y esto es aún más exigible si quienes la desobedecen son unas autoridades con potestad de derogar, crear y conservar la ley. La sinécdoque no ya de la ley respecto de la legitimidad, sino de las legitimidades respecto de la legitimidad es la mayor violación que se puede hacer de esta. 
  • Ningún ciudadano o grupo de ciudadanos, ni poder institucional alguno, puede arrogarse la legitimidad plena. La legitimidad también está sometida al principio de indeterminación democrática: inexistencia, por imposibilidad, de una fundamentación última y absoluta de la Ley, del Derecho, del Saber, del Poder, del Sentir, del Creer, del Pueblo, de la Nación, del Estado, de la Sociedad, ¡de la Legitimidad misma! Y con minúsculas, igualmente.  
  • Vulnerar leyes y sentencias que resuelven pleitos sobre la licitud o legitimidad de aquellas, según procedimientos acordamos, incluso por iniciativa de uno que luego las y los vulnera, con la finalidad de crear, imponer y conservar un nuevo Derecho fundador de un nuevo Estado, haciéndolo además sin la legitimidad suficientemente cualificada -a tenor de la gravedad e importancia del asunto y según procedimiento de la propia ley autonómica- es totalitarismo ejecutivo-legislativo con efectos sociales, políticos y económicos que trastornan la naturaleza de la ciudadanía democrática. Y hacerlo, además, pretendiendo que no tengan efectos penales negativos para quien los comete, es propio de políticos totalitarios que ejercer con megalomanía, paranoia y cinismo, y esto o bien todo junto o bien por separado según les proceda, convenga o les dé su absoluta legítima gana. Ocasionalismo absoluto es totalitarismo aquí y ahora, decisionismo con liturgia de formas aparentes de democracia. 
  • Se llama totalitarismo el que alguien con poder riegue en exclusiva con toda el agua de todos; y también es totalitarismo que quien siendo solo una parte, sin embargo, se arroga la propiedad de ser el todo. Y, por añadidura, vulnera esas leyes democráticas (de función) que le prohiben hacerlo e impone -en nombre de una supuesta legitimidad absoluta- una nueva ley, una nueva institución y un nueva república más monárquica y absolutista -incluso en su ficción- que la monarquía que quiere abolir. Cuando le llega el momento de rendir cuentas, dice que es prisionero de la ley ilegítima, prisionero político, pero no dice que antes y, ante todo, es prisionero de sí mismo y de sus políticas reaccionarias, arrastrando hacia su propia prisión a cuantos sean necesarios para satisfacer su absoluto gozo. Encarna el poder, la sociedad y el todo, y ese es su mayor delito, por el que no pagará legalmente, pero por el que sí debería pagar legítimamente. 
  • De paz, piedad y perdón, ya hablaremos otro día.



Feliz fin de semana, fuertes abrazos. 



(tvb)