Los falsos días es el título del nuevo libro del poeta Jesús Cárdenas. Publicado por la editorial Alhulia (Salobreña), se presentó el pasado 21 de mayo en un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras que se celebró en la Biblioteca Provincial de Sevilla “Infanta Elena”. En la mesa intervinieron el propio autor Jesús Cárdenas y la escritora Elena Marqués.
Jesús Cárdenas dedica el libro, en tercera y última referencia, a quienes «no ponen en venta el fluir de nuestros días». Los días falsos que Jesús Cárdenas acota -inicialmente con una cita del poeta J. A. Valente- pertenecen a un «tiempo vacío» que avanza de forma queda «hacia la sombra» y que deshilacha el mundo en «jirones de nada». En correspondencia con ese tiempo, de acuerdo con lo que escribe en el poema «SIN TI», el espacio convivencial se «convierte en una isla de sombras» porque «simplemente no suceden los días».
Con gran dominio poético, ese mundo aislado y de aislamiento, lo presenta Cárdenas como un mundo de sombras «EQUIDISTANTES»: «Parece que vivimos / -igual que fanáticas fieras- / tan lejos unos de otros / como de nuestros propios sueños». A tal efecto, unos versos finales del último poema del libro («CRUZAR EL RÍO») tal vez resuenen contrafácticos o imperativos: «Adelante, déjate de sombras. // Céntrate en el valor del salto. Vamos». Y si digo que quizá sea así, se debe a la visión heraclítea del poeta: «No es posible vivir sin una sombra / que abarque la otra parte» («EL RETORNO» Y «ZONA UMBRÍA»).
Dicha visión se ejecuta en un magnífico intercambio poético entre una conciencia de realidad y una conciencia de intimidad, para ir cumpliéndose como conciencia sintiente. O sea: aquí, en LOS FALSOS DÍAS, la realidad y el conocer van de la mano de una erótica muy cardenasiana. Podrá comprobarlo el lector tanto en los bellísimos poemas de amor del último capítulo («SABER ROMPERSE») como en dos magníficas composiciones del tercero rubricadas como «REECUENTRO Y DISTANCIA» y «LA REALIDAD ARDIENDO». Este sentido de una unidad de conciencia dinámica es el que, por ejemplo, podría guiar la lectura de un poema («EL RETORNO») que se explana hacia otro («ZONA UMBRÍA») con una singular aliteración/adición.
El proceder no podría ser de modo muy distinto por cuanto Jesús Cárdenas comprende la verdad, en su relación con la poesía, como una entrega delicada y contenida: «La verdad estaba ahí susurrándole, / revelándose / con hurtos perspicaces» («POESÍA ES VERDAD»). Comprensión que se refuerza con una cita de W. H. Auden al comienzo del capítulo segundo («PENUMBRAS DE LA REALIDAD): «No hay poeta que pueda proporcionarnos verdad alguna sin haber introducido en su poesía lo problemático, lo doloroso, lo caótico, lo feo». Y es que no cabe mentirse en un mundo de falsos días. Así lo declara con honestidad el mismo poeta: «No repitas sentida estrofa, / el mismo canto, / pues ya no significa certidumbre / sino tiempo en soledad» («ATENTO A LOS RELÁMPAGOS»).
Como digo, hay veraz honestidad en esta poética de Jesús Cárdenas. Hay en ella un deseo de mirar con la palabra, pero consciente de un silencio de transfondo y un silencio de finales («TODO COMIENZA»). El poeta sabe que aunque «De pronto, la palabra / logra cruzar la noche silenciosa, / cuando crujía lo oscuro,» («MISTERIO»), sin embargo, esa palabra en la noche no está libre de torpeza, aún peor, nunca está a salvo del mal que traen los falsos días: «Fue apocado susurro al principio, / con el tiempo, vocablo resignado, / después corrompiéndose, traicionándose» («LAS DISTANCIAS»).
¿Y qué resta pues al poeta y al lector? Jesús Cárdenas abre el cuarto capítulo, que es el que presta título al libro, con un poema («PURO NIHILISMO») que bien firmaría cualquiera de aquellos clásicos del estoicismo que enviaron epístolas para transmitir sus doctrinas. Esa composición, a mi modo de ver, habría de leerse de manera complementaria con el poema «INVITACIÓN» que abre el poemario y con el último que ya he citado. En gran parte, leer el libro es «cruzar el río», dar el salto junto al poeta («Busca un silencio que nos haga cómplices») para proseguir un camino cuyo final se alcanza -«sediento»- con el alma dañada y el cuerpo herido. Quien dé el paso y avance, penetrará «en hondas cavidades», pero solo la fortuna le permitirá ver «un fugaz rayo de luz tan cegadora» que «camufla otra vida ilusionante». Por esto, al final, no será luz o memoria, sino «la esperanza de luz o memoria». La esperanza arraigándose en una conciencia poética que no puede ceder ante los cantos de los falsos días: «Sabrás que la palabra se sustenta / sobre una negación, sobre el dolor, / sobre maneras de perder, / antes de que en el fondo de la noche te quiebres».
Y después de leer, de habitar el territorio de esta esperanza, ¿qué cabría hacer frente a los falsos días? Pues vivir, vivir de esa forma estoica y epicúrea en que no saben hacerlo las sombras aisladas: «Sal luego al mundo a brindar / y a seguir aprendiendo, / como un modo de reanudar lo vivido, / de comprobar las leyes del placer», dice el poeta en una estrofa ya acabando su «INVITACIÓN». Pero como el poeta que es Jesús Cárdenas lo es según la verdad de su poesía, es decir, que susurra con hurtos perspicaces, en sus dos últimos versos de convocatoria nos cruza enigmáticamente la vida y la escritura: «Deja el libro: hemos transcrito otro. // Entra y cierra la puerta».
Así que a golpe de belleza poética me regreso, con la esperanza de comprender, hasta la memoria de un texto de Maurice Blanchot: «La ausencia del libro». Y en esto, permanezco en silencio contra los falsos días, cómplice con la búsqueda del poeta ... «LA BÚSQUEDA IGNOTA».
(tvb)