Por medio de Facebook tengo conocimiento de este
póster o cartel. Al leer el mensaje del muñeco (nunca supe distinguir a Epi de
Blas ni viceversa) pensé que se trataba de un montaje escolar de los que se
recrean para actividades que caen bajo el rótulo de Escuela de Paz. Es más,
evoqué de inmediato algunos de los mensajes diáfonos y contundentes de personas
como Gandhi o Luther King o Hélder Câmara. De hecho, cuando vi que el hambre,
la indigencia, en suma, que la miseria infantil era identificada como una forma
de violencia, entonces creí confirmada mi impresión. Máxime esto cuando esas
tres personas coincidían en afirmar que sin justicia no era posible la
paz.
Pero hete ahí que esa imagen de un joven encapuchado y enmascarado,
desafiante con el puño en alto y colocado delante de unos neumáticos que
arden en una carretera, aparece utilizada para decir lo que es la resistencia.
Al contemplarla, reforzó mi conformidad con la definición que se ofrecía de
violencia por medio de esa imagen de la pequeña criatura llevándose no sé bien
qué cosa a la boquita. Pero al mismo tiempo sentí también la certeza de que ni
Gandhi ni King ni Câmara estarían conformes en definir la resistencia con
esa otra forma de violencia enfrentada al horror de la injusticia. Y con esto,
no digo que yo piense que es posible erradicar la violencia del hambre y de
otras injusticias sin ejercer algún tipo de violencia. Al contrario, habida
cuenta de que lo que hay es lo que hay, pienso que cierta violencia frente a la
Violencia es imprescindible; solo que también pienso que no todo acto de
violencia es eficiente o eficaz o legítimo. Pero lo que tampoco hago para
legitimar a priori esa cierta violencia -que bien difícil es de determinar no
ya como eficiente o eficaz, sino como legítima- es identificarla con la
resistencia, y menos aún delante de quien aún posee una débil capacidad para
distinguir y matizar, es decir, para pensar. ¡Al pan, pan; y al vino, vino!