martes, 31 de diciembre de 2013

Adiós, 2013

Del libro Eclesiastés, capítulo 4:

«Yo me volví a considerar todas las violencias perpetradas bajo el sol, y vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los consuele; la violencia de sus verdugos, sin tener quien los vengue. Felicité a los muertos que ya perecieron, más que a los vivos que aún viven. Más feliz aún que entrambos es aquel que aún no ha existido, que no ha visto la iniquidad que se comete bajo el sol. He visto que todo afán y todo éxito en una obra excita la envidia del uno contra el otro. También esto es vanidad y atrapar vientos.

El necio se cruza de manos,
y devora su carne.

Más vale llenar un puñado con reposo que dos puñados con fatiga en atrapar vientos. Volví de nuevo a considerar otra vanidad bajo el sol: a saber, un hombre solo, sin sucesor, sin hijos ni hermano; sin límite a su fatiga, sin que sus ojos se harten de riqueza. Sin embargo, ¿para quien me fatigo y privo a mi vida de felicidad? También esto es vanidad y mal negocio.

Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero, ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo, ¿cómo se calentará? Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper.

Más vale mozo pobre y sabio
que rey viejo y necio,
que no sabe ya consultar.

Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus dominios naciera. Veo a todos los vivientes que caminan bajo el sol, ponerse junto al mozo, el sucesor, el que ocupará su puesto. Era sin fin la multitud a cuyo frente estaba; tampoco la posteridad se contentará de él. También esto es vanidad y atrapar vientos.»

(Biblia de Jerusalén, edición española de DDB, 1966)