domingo, 6 de mayo de 2018

DÍA DE LA MADRE, FELICIDADES.


En memoria de mi madre:


EMIGRACIÓN DE SUEÑOS.


En el huerto, debajo de las trébedes, unos troncos de pino seco arden con fuerza. Las pavesas prenden el recuerdo, y las llamas iluminan la revivida escena entre una madre y su hijo. 

Apagándose la tarde, al pie de la escalinata de la puerta principal del colegio, unos llantos envolvían los besos de su primera despedida, para meses. Como en el destete de un añojo, el alma del niño mugía roncas llamadas de auxilio. La madre, ya al otro lado de la cerca, se alejaba en el coche de una familia amiga. La mirada del hijo, empañada, se cegaba a compás con la de su madre. Adiós, adiós decían las manos, el aíre y el silencio. 

Subió las escaleras hasta el último peldaño, con desconfiada precaución se sentó al lado de otro interno bastante mayor que él: este era un alumno del último curso, muy apuesto y repeinado. Con los ojos húmedos y sollozando, el niño sacó un cigarro del paquete que él había escondido entre la caña y la pernera de su calcetín izquierdo. Ofreció un pitillo al joven del PREU y le pidió fuego. Este, dándole un complice empujón de hombro, le prestó su mechero de martillo. El niño chupó con fuerza hacia dentro y tragó con deleite aquella primera calada. Por sus mejillas, aún corrían lágrimas; y a través de su nariz y de sus labios, expulsaba con alivio el humo sus pulmones. 

Al momento, la primera cena. A la media hora, juegos en el patio y una lluvia de nombres sin rostros. Al rato, la sirena que interrumpe: en fila y a los dormitorios. Ya en la pequeña habitación, una visita por sorpresa y su rechazo instintivo de un acercamiento, del apretón de un abrazo lateral, de una extraña oferta de consuelo extraño. Y para acabar, el alma de un niño que vuelve a mugir en sueños, en emigrados sueños. 



(tvb)