No siempre la generosidad tiene la fuerza requerida para lograr que desaparezca la avaricia en esas personas a las que, desinteresadamente, se las ayuda. Y es que, en estos casos, el desprendimiento ajeno ya formaba parte del cálculo de esas personas: su egoísmo les lleva a ver, con antelación, cómo el dadivoso ánimo de los demás se convierte en un elemento más de su negocio. ¡Cuánto deberían despreciarse a sí mismas si pudiesen ver lo que hacen a través de la ventana de eso que los demás les hacen a ellas!