La memoria coloca una pesada carga moral en el inocente presente. (…) Es fundamental que el asesino responda a la pregunta de la víctima. La víctima o las futuras víctimas sólo descansarán en paz cuando el asesino deje de serlo. Pero éste sólo se librará de la negación de toda subjetividad si asume su responsabilidad, es decir, si responde a la pregunta que sólo la víctima puede hacerle (los verdugos tienen una habilidad especial para olvidar o para disfrazar su fechorías con cualquier “astucia de la razón”).
(Reyes Mate, La tolerancia compasiva)