¡Vaya con los santurrones del formalismo! Ya se sabe, a estos no les obliga ni la santidad ni el formalismo, si no, ¿cómo han podido soportar las incoherencias formales de la nueva fe y pasar por alto la conclusión que en ningún momento han querido reconocer? En efecto, el grado de incoherencia formal manifestado por sus colegas, los teólogos y teólogas de Sortu, era tan evidente que únicamente la autoexclusión dogmática respecto del deber de lo formal explica que no se haya querido tener en cuenta dicha incongruencia. Léase, si no, la siguiente… ¿diríamos secuencia formalmente impecable?
1º “…, la nueva formación política se constituye conforme al canon de legalidad ordinaria y constitucional configurado por el Artículo 6 de CE, la L.O. 6/2002, de 27 de junio , de Partidos Políticos, y la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal constitucional que los han integrado”. (Párrafo cuarto del Capítulo preliminar de los Estatutos de Sortu)
2º “La firma de Gernika,… Asumimos los compromisos de dicha Declaración y hacemos nuestras las demandas que en la misma se contienen para configurar un escenario de no violencia con garantías y de normalización política progresiva”. (Párrafo quinto del Capítulo preliminar de los Estatutos de Sortu)
3º “…, exigimos la derogación de la Ley de Partidos Políticos al constituir un instrumento jurídico sobre el que se sustentan la vulneración de derechos fundamentales”. (Segundo de los autodenominados “contenidos” de la firma de Gernika realizada en septiembre de 2010 bajo el título de Acuerdo para un escenario de paz y soluciones democráticas)
¡Vaya por dios, eso sí, el dios de esos laicos teólogos políticos del formalismo democrático! ¿Cómo leyeron esto en su día? Pues claro, si Sortu pretendía constituirse como partido político según el canon de legalidad de la Ley de Partidos Políticos y, al mismo tiempo, exigía la derogación de tal Ley, por vulnerar ésta derechos fundamentales, entonces Sortu lo que pretendía era comer dentro del tornajo y fuera de éste. ¿De qué extrañarse? Ya sabemos, aunque no queramos enterarnos: en misa y repicando, a dios rogando y con el mazo dando, pues, ¿qué tienen que ver mis gorrinos con el comunismo?
Pues esto mismo padece ese otro gran sacerdote del calificado nacionalismo moderado (¿hasta dónde de moderado en sus fines y de democrático en sus principios?) cuando ahora, ante la sentencia de esa otra gran casa sacerdotal que también es el Tribunal Supremo, se pone muy sustantivo y dice: "En el fondo, lo que está provocando vértigo es la propia desaparición de ETA. Hay un intento ya indisimulado, precipitado, incluso, de querer construir un relato de vencedores y vencidos, y claro, aquí estamos hablando de derechos básicos de la ciudadanía, como puede ser el de la participación política… la concurrencia de todas las expresiones políticas en igualdad de condiciones es la norma base porque es la esencia básica de la democracia". ¡Mira por dios, eso sí, su dios menos laico que el de otros grandes sacerdotes del socialismo vasquísimo, aunque ambos dioses políticos! Ahora resulta que la concurrencia en igualdad de condiciones es esencial, pero durante tantos años que han estado gobernando después de acudir a las sagradas urnas en condiciones favorables, ya que eran otros quienes sufrían extorsión, amenaza y asesinato en medio de dicha concurrencia, digo, durante todos esos años no había nada mas esencial que el esencial PUEBLO UNO del que él y otros como él eran y son representantes sacerdotales. ¡Y así quieren que siga siendo! El que tenga ojos para ver que vea y el que tenga oídos para oír que oiga, y si no es así, que se los haga estallar, pero por la democracia, y no por dios alguno, que no vengan a cegarnos y a ensordecernos ni con aguas malditas ni con himnos de paz injusta.
Ahora bien, que ya tenemos otro capitulillo que añadir al librete sagrado donde cada médium del PUEBLO UNO irá añadiendo su particular revelación de letra canónica con la que domeñar la irredenta democracia sustantiva. Esos muy laicos sacerdotes y sacerdotisas del santo formalismo jurídico y del sacro procedimentalismo político, principios alzados hacia el cielo como únicas sustancias de la democracia, levitan con pena negra alrededor del recreacionismo de Sortu, pero ya recobran resuello con la esperanza puesta en la reunificación de Bildu, pues en ésta ven aún el resto de fe depositado en una mercantil urna que, como vaso sagrado donde los haya, la papeleta se convierte milagrosamente en oro. Y mientras, los otros sacerdotillos no paran de gemir diciendo: ¡al Constitucional, por dios, al Constitucional, que allí se os santificará!
Habrá que llevarse bien, ciertamente, pero para que la paz sea justa, habrá que llevarse bien con quien haga bien llevarse y no con quien convenga o con cualquiera y porque sí ... "su vuecencia".
Habrá que llevarse bien, ciertamente, pero para que la paz sea justa, habrá que llevarse bien con quien haga bien llevarse y no con quien convenga o con cualquiera y porque sí ... "su vuecencia".