«Viernes de Dolores»
Dolores era una persona que vivía en mi pueblo hace un buen
puñado de años. Dolores padecía algún grado de deficiencia mental. Dolores
tenía aspecto descuidado y de cierto desaseo. Dolores solicitaba atención con
insistencia, era afectuosa y muy dolida al notar desprecio. Dolores hacía
pequeños recados para algunas familias del pueblo. Dolores venía a nuestra
tienda para comprar, sobre todo, para comprar recambios de fregonas. Pero
Dolores venía, como Dolores, una vez al año: cada Viernes de Dolores se
personaba para pedir a mi madre que le diera un regalo por su santo. Dolores
siempre la besaba, pero el día de Dolores la besaba y abrazaba especialmente. Y
mi madre correspondía con sincero cariño. Dolores, efusiva y agradecida, recibía
el regalo y se marchaba con pocas ganas de irse. Con una mano lo apretaba
fuerte contra su pecho y con la otra se limpiaba las lágrimas pasándose su
mandil por el rostro. Dolores seguía viniendo a comprar durante el resto del
año. Mi madre no olvidaba adelantarse, con algún pequeño obsequio, al próximo
Viernes de Dolores. Dolores y mi madre no se resignaban a que cada día no fuese
también algo de viernes, ni tampoco a que los dolores agotasen por completo el
tiempo de los días. La imposible redención siempre tuvo una cita en nuestra
casa: la cita de todos los viernes.
(tvb)
[Imagen
de una obra de Ángel González]