domingo, 30 de diciembre de 2018

EL TRONIDO DEL TIEMPO


«Pues de haberme rozado ella con la mecha de su mirada, yo habría volado por los aires como un depósito de municiones» (W. Benjamin)



Durante más de dos días, viajaron a solas 
en un mismo vagón del mismo tren,
un tren de mercancías tóxicas. 
El cansancio las había mantenido 
en riguroso estado de hibernación: 
si no hundidas en un profundo sueño, 
sí sumidas en un sopor de duermevela, 
¡pero siempre ausentes entre sí, y para sí!
Hasta que el convoy, con su puntual retraso, 
no hubo llegado a la estación 
de aquel pueblo de mar, donde las aguas del río 
descargan un pestilente flujo de desechos, 
no entrevieron sus ojos otra cosa 
que nubes oscuras de pasajera somnolencia. 

Cada una se bajó del tren en marcha
por los laterales opuestos del vagón; 
así que el camarero, al verlas acercarse
a la cantina, pensó que habían llegado 
viajando en trenes y amores distintos. 
Se sentaron en taburetes contiguos, 
alineados por el frontal de la barra. 
Ambas pidieron la consumición: 
«un café muy cargado», dijo una;  
y «un vaso de bourbon», la otra. 
Mientras saboreaba un largo trago del licor, 
la del café le rogó con un tono amargo: 
«Usted, tan joven, no debería mirar 
con ese urgente y manifiesto deseo,
a alguien como yo, que ya muestra 
tan claras cicatrices de vejez». 

Eso fue todo lo que el tiempo
les dio tiempo de hablar y escuchar. 
Sus labios se fundieron unos en los otros, 
sus salivas humedecieron la misma lengua 
y al unísono exhalaron gritos de una sola boca: 
dos cuerpos que habían dejado de serlo, 
derretidos entre sí, 
a golpes de compás, de gozo y fruición, 
con un placer infinito
¡durante el explosivo instante! 

Sus miradas, como los ojos de sus almas, 
se cegaron en una sola edad, 
disueltas como se licúan mutuamente 
la vida del nacer y la vida de la muerte. 
¡Un resplandor; el tronido de su común orgasmo! 
Después, quedaron esparcidas por los aires 
como restos de la lluvia de un polvo cósmico. 
Así fue el final de su viaje, sin fin y sin retorno, 
un absoluto instante, pura duración sin tiempo. 
Como si dios estuviera, haciéndose el muerto.



(tvb)