Si a mis ojos y a tus ojos
los cegaron con idénticos rayos;
si a mis oídos, como a los tuyos,
los reventó el mismo estruendo;
si a todas estas nuestras manos
las quemaron con igual fuego;
si mi nariz y tus narices
olfatearon el detritus del mundo;
si todos los cuerpos se llenaron
de gusanos, de negro pan podrido;
si con labios morados chupamos
el mismo pezón ensangrentado;
entonces dime por qué
guardaste un cobarde silencio;
por qué mi lengua, aun cortada,
escupió palabras voz de sangre;
por qué mi boca, amordazada,
vomitó un grito dolor de hambre.
(tvb)
Nota de dedicatoria:
La escritura de estos versos, en esa su “provisional” composición, está dedicada a mi buen amigo Mariano Cruz García. Hemos tenido el placer de compartir lectura y comentarios previos.