Me pregunto dónde está cierta clase de poetas; miro en los estantes y en las mesas de las librerías, busco entre las hojas de los libros a ver si sale a mi encuentro alguien de ellos. Sé que algunos no están ahí, pues o han sido olvidados, orillados o no publicados. Pero haberlos, los hay, y aún quedan otros por nacer. ¿De qué poetas hablo cuando salgo en busca de sus obras?
Algunas de las cosas que Arendt dijo de la poesía de Bretch, pueden aplicarse muy bien a obras poéticas de nuestros días. Y esto puede hacerse, además de con la lectura y el estudio, con la confianza que da el hecho de que son sus autores quienes, en sus escritos y entrevistas, manifiestan la intención de su propia poesía en términos muy semejantes a los que utilizó la pensadora para caracterizar el hacer poético de Brecht.
En efecto, de la relación que esos poetas actuales mantienen con las formas de la tradición puede seguirse que, a un tiempo, las destruyen y conservan con su magistral y personal escritura. Las formas son renovadas para nombrar, desde la experiencia doliente y viviente, los elementos permanentes de los que se nutre la poesía: la palabra, el tiempo y lo humano. Ahora bien, ese rechazo (del tradicionalismo) donde lo tradicional sale recreado, no obedece a una compulsiva voluntad de imponer novedades dejándose llevar por un insaciable deseo neoformalista. En esos escritores, su poesía y su poética son una prueba de que el dinamismo creativo del arte es «una afirmación de que la belleza ha ejercido también su poder sobre una realidad que es en muchos casos espantosa». A todos ellos, salvando las diferencias, les impulsa «una profunda rabia ante el rumbo que ha tomado el mundo y ante el hecho de que hayan sido siempre los vencedores los que han elegido qué es lo que debe registrar y recordar la humanidad», causa por la que ninguno «escribe su poesía solo para los desfavorecidos, sino para aquellos hombres, vivos o muertos, cuya voz no ha sido nunca escuchada». Y, además, lo cual es esencial, sin suplantar a los vivos ni a los muertos, respetando la verdad de la palabra, del tiempo y de lo humano.
Son los poetas universales, los que -según palabras del universal Juan Ramón Jiménez- tienen «PIE, corazón en la patria casual o elejida; cabeza en el aire del mundo». Son poetas a los que ensalzó Goethe porque veían lo general en lo particular, porque tratando vivamente lo particular hallaban lo general. Porque, diré aquí, son poetas de grano y espiga, de siega y de harina, de pan y de espíritu, de belleza y de justicia, poetas en verdad. ¿Extraños poetas?
(tvb)