sábado, 13 de julio de 2019

¿QUÉ GENEROSIDAD ES… ?


1. Hechos:

MURIÓ ASESINADO POR LA BANDA TERRORISTA ETA; Y LOS CORRELIGIONARIOS DE SUS ASESINOS PRESIDEN HOY UNA COMISIÓN OFICIAL DE DERECHOS HUMANOS. 

2. Consideraciones: 

EL 13 de julio de 1997, un concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco, murió como consecuencia de los disparos recibidos unas horas antes por miembros de ETA. Aquel crimen, como todos los cometidos por esa banda terrorista, no hubiese sido posible sin la participación, directa o indirecta, sin la omisión o sin la legitimación social e ideológica ofrecida por los grupos que pertenecieron o pertenecen al entramado de la banda. 

Ayer, 12 de julio de 2019, EH Bildu, uno de esos grupos, que hace un tiempo adoptó esas nuevas siglas para su blanqueo -que se estila decir ahora- ha sido nombrado para presidir la Comisión de Derechos Humanos de las Juntas de Gipuzkoa. La decisión fue aceptada por todos los grupos que tienen representación en esas Juntas. Posteriormente, desde el PP se ha justificado su aceptación diciendo que fue un error. Hombre, ¿un error en un asunto tan importante como es la decisión de colocar o no al zorro en el palo mayor del gallinero? ¿Error o, más bien, grave vaciamiento moral no solo por contagio, sino por extensión en sí mismo de otras corruptelas, incluidas algunas formas de hacer el duelo?

A ver, que expliquen los de EH Bildu si aquel asesinato de Miguel Ángel Blanco formaba parte del cupo de sufrimientos necesarios para conseguir sus objetivos, es decir, los objetivos del nacionalismo independentista de ETA. Y que EH Bildu -junto a los demás partidos, incluido el PP- expliquen si esa decisión de poner al zorro de gallo, es también parte del cupo de sufrimiento necesario que han de padecer hoy las víctimas del terrorismo de ayer con semejante desprecio. Eso tiene un nombre en las disciplinas jurídicas: victimización secundaria a causa de las decisiones injustas adoptadas por las instituciones y las administraciones de los poderes públicos. Y tiene otro nombre en la nomenclatura de un ética democrática: degeneración por pérdida progresiva de la vergüenza moral. 

Ya, ya sé que decir esto puede conllevar la acusación de que uno pone obstáculos para la paz y la convivencia. ¿Para la paz y la convivencia que les debemos a los asesinos y sus cómplices por la generosidad que han demostrado al dejar de asesinar? Digo de asesinar, porque lo que es dejar de violar -por otros medios- las condiciones, no solo morales, para una convivencia democrática, esto no parece que se les dé muy bien. Vamos que para algunos (esos estupendos de la moral neutra) es como si uno se opusiese a ser generoso con los generosos (criminales).

3. ¿Conclusiones? 

Así, por lo pronto, compartir texto que cité en una entrada de aquí con fecha de 7 de enero 2011. Tiene que ver con una idea de generosidad democrática muy distinta de esta que acabo de desconsiderar en las líneas anteriores. Merece la pena pensar lo que en ese texto citado se dice, al menos es lo que uno estima como necesario para que no haya más sufrimientos necesarios ni innecesarios (¡sufrimientos por crímenes o por injusticias, no desgracias por accidentes o errores!)


«Sin embargo, me da la sensación de que todavía nos falta dar algún paso más y llegar a realizar la afirmación de que “la sociedad ha de ser generosa con las víctimas”. Y esto no significa resarcirlas o reconocerlas, porque es de justicia, sino algo que va más allá. ¿A qué estamos dispuestos a renunciar, qué estamos dispuestos a perder o posponer en aras de que las víctimas puedan vivir mejor entre nosotros? Ante el peligro de que la mayoría (el “rodillo democrático”) nos impongamos, en una mecánica impecable, pero también implacable, a la minoría que son las víctimas, creo que hay que recordar que la democracia, en sus acepciones moralmente más ejemplares, es el gobierno de la mayoría que respeta los derechos de la minoría, ante la que se muestra particularmente generosa. La pregunta que hay que hacerse no es si las víctimas pretenden imponernos sus planteamientos políticos, sino qué estamos dispuestos a hacer en los nuestros para que las víctimas, en cuanto tales, tengan cabida y acomodo razonables. Así, las propuestas políticas de quienes no somos víctimas adquieren mayor valor y legitimidad en la medida en que las tengan en cuenta y sean más solidarias y generosas con ellas».


(Galo Bilbao Alberdi, Por una reconciliación asimétrica)






(tvb)