Y su voz te despertaba.
Amaneció, y ella -la voz materna del día- te llamó para que mirases con gozo la exuberante nevada. Pasmado en tu alma de niño, por el espeso color blanco de la vida, te entregaste al horizonte incierto y frío de un amor temprano. Más tarde, con tu cuerpo en fuga, saliste a jugar con el mundo. ¿Recuerdas el lamento de la nieve cuando la pisabas al correr en medio de las olivas? ¿Recuerdas cómo la tierra, la vida misma, musitaba dolor en los pliegues de su capa blanca? ¡Recuerda tu despertar con la nevada, recuerda y no olvides la voz que te llamaba!
(tvb)
Tiritando, madre, me llegó hoy tu voz con su tono blanco. Me dices, como en tantos otros ayeres, que la misma nieve nos despierta. Tiritando me descuajo. Tiritando, madre, me abrazo a tu cuello. Tiritando en tu ardiente pecho.
(tvb)
Fuente Cascajo
Aún se oyen las voces
viniendo de dentro del lavadero
y con ellas se puede oír
el ruido del agua cayendo
por los caños de las pilas
por el caño del abrevadero.
Se oyen con sonido apagado
como solo se dejan oír
en el recuerdo de unas madres
que hace tiempo callaron
sus penas, de acuciosas mujeres,
apagando la luz de su secreto.
(tvb)