en cuerpos pestilentes y de tormento,
ni lluvia dulce que ablande los dolores
ni limpie de pus este siniestro mundo
ni viento limpio ni la tórtola en su vuelo.
Nos aguarda un tiempo fiel en torturas,
con secas tormentas de un seco estío,
cuyos rayos incendiarán estos campos
en los que ahora yacemos, para avivar
el hedor de una vida plena de llagas
abiertas como surcos sobre la espalda,
por donde los punteros rayos de culpa
-caídos desde el cielo podrido y oscuro-
se deslizan hacia la tierra del destierro.
¿O serán tal vez sonrisas acompasando
la sorpresiva faz de muerte -inhumana-
con bellos rostros de tu vida renaciente?
Todo sea, si es así tu voluntad, salvo
que tu silencio, oh Señor, fuera mudez;
que tu retirada, nuestro final abandono.
(tvb)