- Por favor, señor indignado, oiga usted, mire que le diga: ¿Qué pasa con la revolución? ¿Están ustedes de descanso o es que se marchan a tomar unos chatos?
- Te confundes, compañero. Lo que ocurre es que abandonamos la acampada para regresar a los orígenes.
- ¿De qué orígenes me habla? ¿Del Paraíso?
- No hombre, no. Nos vamos para regresar al movimiento, que es lo que en verdad éramos desde siempre.
- Ah, parece que le entiendo, pues de algo debe servirme haber escuchado y leído sus proclamas todos estos días. O sea, que dejan este sitio donde parece que el movimiento es tragado por la parálisis o el enfriamiento y vuelven a las zonas periféricas o a esos lugares que son, ocasionalmente, más calientes y televisivos.
- Bueno, no es exactamente así como tú lo dices. De hecho, en esas periferias también existen centros en los que pensamos instalarnos para, desde ellos, irradiar el movimiento al resto de la sociedad.
- Sí, pero dígame: ¿No serán también paralizantes esas acampadas en la periferia? ¿No se quemarán ustedes en los sitios más explosivos? ¿A dónde irán, en ese caso, para que el movimiento siga generándose y continúe expandiéndose? Por otra parte, allí también podrán encontrarse en esas situaciones, como las ocurridas durante los últimos días, en las que les roban y agreden, no los muy integrados en el sistema, sino quienes en verdad están en los márgenes e, incluso, más allá de estos.
- No habrá problema, todo se decidirá en las asambleas.
- Oiga, una última cosa. Hace unas semanas que veo en la televisión un anuncio publicitario, de una conocida empresa de agua mineral, donde se utiliza la imagen de una plaza pública llena de gente jubilosa, reivindicativa y en movimiento, y todo esto para generar identificación entre el espectador y el producto anunciado. ¡Fíjese si están en movimiento que algunos personajes hasta saltan a la comba! ¿Qué le parece? ¿No es una señal de que el sistema ha comenzado a neutralizar, por medio de una burda mímesis icónica, una fuerza potencialmente muy atractiva? Por cierto, ¿cómo siente usted el movimiento: como atractivo o como atrayente?
- ¡Joder! ¿A qué viene tanta reflexividad? Ya te he dicho que todo lo veremos, si así lo deciden la asambleas, en las asambleas.
- Bueno, bueno; no se ponga como se pone, que no he dicho nada para indignarse. ¿O tal vez sí? De todos modos, sepa que yo también puedo, y hasta debo, indignarme con usted, con alguno de sus compañeros y, por supuesto, con un tal Juan Cotino. Sí señor, ese que ha puesto un crucifijo a presidir la mesa de las Cortes valencianas. ¡Qué falta de respeto debido a la Cortes y al crucifijo! Es intolerable lo que están llegando a hacer los hunos y los hotros (Unamuno dixit).