jueves, 9 de junio de 2011

Secretos, política y... educación.

Calímaco: No termino de entender vuestro desasosiego.
Eratóstenes: Lo que más preocupación me origina, maestro Calímaco, es el mandato expreso de mantener en secreto el documento de tal decisión.
Calímaco: Quieres saber demasiado. Llegará el día en que todo se sepa. Deja que sean otros los que hurguen y averigüen razones y motivos. (…)
Eratóstenes: ¿Y eso os parece digno de nosotros?
Calímaco: No entiendo bien lo que pretendes. Si lo que quieres es ver corrupción donde sólo hay decisión, te equivocas. Y lo que es peor, haces juicios, algo que no te es dado realizar por tu condición de servidor y funcionario. No desvaríes, joven Eratóstenes. Ante el poderoso no podemos hacer más que inclinarnos, y ante los secretos, haz lo que yo: ¡acumúlalos!
Eratóstenes: Maestro yo sólo intento guardar los conocimientos y mostrar a los mortales las cosas que por mi oficio y estudios conozco. Vos mismo me habéis enseñado esta máxima, que aún os oigo relatar a los jóvenes de la ciudad.
Calímaco: Olvida cuanto habéis visto y oído, y sobre todo, aleja de ti todo pensamiento que involucre tu persona en una decisión. Cuando los hombres introducen en su alma preocupaciones de esta índole, corren el riesgo de que los asuntos mundanos les aparten de un destino apacible. Te remito, pues, a tus investigaciones; continúa acrecentando el gran catálogo y no es preocupéis por asuntos que por ser secretos deben ser tratados como tales, en la oscuridad. No debes olvidar, Eratóstenes, que es práctica común de todos los gobernantes ocultar a las gentes todos aquellos asuntos que por sus especiales características puedan provocar conflictos o cualquier otra situación anómala. Al igual que también lo es dar cuanta más publicidad sea posible a todas aquellas actuaciones que les permitan perpetuarse. No deberías olvidar que lo más importante debe permanecer, siempre, oculto.
(…)
Eratóstenes: Decidme, oh Calímaco: ¿Qué no está bajo el poder del poderoso? ¿No deberíamos despreciar la práctica del secreto en nuestro quehacer?
Calímaco: ¡Nada! O mejor dicho, sólo la ignorancia. (…), debes recordar que incluso los sabios debemos igualmente tener gran facilidad para el olvido. (…) Recuerda, el poder es, y no otra, la razón de sus propios actos. Su elección siempre es sabia y acertada, no existe otra dirección salvo la que él marca, ni otra luz que de él no irradie.

(Sebastián de la Obra, Breve diálogo de Calímaco y Eratóstenes en torno al Secreto)


[En el año 1998 yo estaba destinado en un instituto de Educación Secundaria de Córdoba. Por mediación del bueno de Antonio de la Blanca, a quien siempre recordaré con afecto y agrado, se recibía en el centro la revista “INETemas”, que era una muy meritoria publicación del Instituto de Estudios Transnacionales de Córdoba. En los números 11-12 de mayo de ese año, la revista incluía una colaboración de Sebastián de la Obra, a quien tuve la fortuna de conocer doce años después y por cuya amistad y saber me siento agraciado.
A esa colaboración pertenece el fragmento de texto que aquí publico. El contenido completo de la misma fue objeto de estudio, análisis e, incluso, lectura dramatizada con parte del alumnado que tenía a mi cargo durante aquel curso académico. Recuerdo con cariño el día que realizamos la dramatización del texto en aquel patio soleado: allí, sin la presencia de otros grupos ni nadie más del centro, tratamos de dar voz a un texto que, previamente, habíamos leído y analizado en el aula. Sin las alharacas propias de una actual y autocomplaciente pedagogía de la innovación, aquel alumnado y su profesor estaban, un día más, inmersos en la educación para la ciudadanía; con la salvedad de que el nombre institucional de ésta sólo aparecería, con el consiguiente autobombo de esos iluminados que en verdad no “creían” en ella, unos cuantos años más tarde. El texto de Sebastián y el tratamiento que le dí como material educativo también fueron causa de una feliz anécdota que viví con algunos miembros del tribunal de las oposiciones a cátedra que se celebraron por ese tiempo. Pero esto es harina de otro costal, de ese de la promoción dentro de la función pública docente y no del propio del ejercicio de la misma, así que dejaré para otra ocasión el relato de dicha anécdota. 
Lo que quiero resaltar, a propósito de la actividad educativa, es el hecho de que después de todos estos años de experiencia, trabajosa y trabajadamente construida por buenos docentes, ahora se van a institucionalizar, en los centros de Educación Secundaria, órganos de innovación y evaluación educativa; y esto, sin que la propia Administración haya sido capaz de especificar, aunque sólo fuese a título orientativo, un breve elenco de cualificaciones que convendría tuviese el profesorado encargado de dirigir y coordinar las funciones de innovación y evaluación.  Eso sí, mucho júbilo oficial para acabar dando carta de naturaleza pedagógica al Secreto. ¿Cómo? Pues sí, ya que no otra cosa que secretas serán las verdaderas razones por las que la gran mayoría de los directores nombrarán a “sus” coordinadores de innovación y evaluación. Claro que aún tenemos esperanza, ya que esas secretas razones, de la soberana dirección, son un secreto a voces: serán nombrados, presumiblemente, quienes mejor sepan respetar los secretos criterios por los que a partir de ahora las direcciones de los centros ejercerán secretamente la transparente (¡) dirección pedagógica de los mismos. Ver, pero sin ver. En efecto, lo más adecuado para el destino de funcionarios que son nuevos y buenos porque son como … la dirección manda.]