Querido amigo o amiga:
La primera vez que oí la palabra “vicepresidente” fue de niño y en mi pueblo, donde –como sabes- no nací, pero de donde sí soy: el Círculo Tropical –al parecer- tenía uno de esos a los que se les denomina así, vicepresidentes. Claro que con el tiempo crecí, y conmigo también lo hizo el conocimiento del número de instituciones y órganos que tienen su correspondiente, y no sé si también necesario, vice -me permito la licencia-. Mentiría si dijera que con el paso de los años no llegué nunca a saber cuál es la función o para qué sirven los susodichos. Lo supe, ¡y vaya si lo supe!, sobre todo en el triste caso de algunos de ellos.
Entre el conjunto de los vice están los ya mencionados vicepresidentes, pero también quien es vicedelegado, vicerrector, viceconsejero, vicedirector y vicejefe. Mi experiencia personal me ha enseñado que de algunos de ellos siempre se dice que son muy trabajadores, buenas personas, muy inteligentes, muy leales, muy válidos… incluso válidos, no ya para ser vice, sino para ser presidentes, delegados, consejeros, directores y jefes. Lo que ocurre, dicen los que dicen, es que estos vice son tan modestos y humildes que prefieren quedar como en un segundo plano; y –en mi opinión- dicen bien cuando dicen “como”, pues en realidad no están propiamente en un segundo plano: siempre salen en primera fila, aunque sea para lamer (discreta, velada e inteligentemente, eso sí) el trasero del premier. Tarea esta que hacen, a veces durante bastantes años, a pesar de que algunos de esos vice están mucho más capacitados que los incompetentes, descerebrados, corruptos, insolentes, soberbios, ignorantes, medrosos, trepas, falsarios, etc., de sus presidentes, delegados, directores,… a los que, en alguna de estas cualidades, perfectamente igualan o superan.
Siempre me he formulado una pregunta: ¿Por qué tales vice no heredan para sí la culpabilidad y mala fama –a pulso ganadas- de las que, en su caso, gozan los premiers? Pues, en efecto, no es sólo que colaboraran, sino que, aún no cooperando, nunca tuvieron por bien criticar lo que ellos hacían mal, y hasta rematadamente mal, sino que incluso llegaron a defender sus acciones y omisiones claramente dignas de desaprobación; haciendo caer, sin embargo, su juicio condenatorio sobre quienes sí se atrevieron a reprobar las incorrectas o equivocadas conductas de los presidentes, delegados, directores, etc.
Otra de las cuestiones que la vicerrealidad me ha despertado es la referente al hecho de que algunos vice, cuando van a suceder a su premier en el cargo, presumen de voluntades, intenciones, proyectos, etc., que jamás, durante el tiempo que ejercieron su vicetarea, tuvieron por bueno comunicar a quien formalmente les ordenaba. ¿Por qué nunca, principalmente cuando eran malos tiempos, dijeron a su premier, y a los demás, cómo pensaban que debería gobernar o dirigir él, es decir, cómo pensaban que gobernarían o dirigirían ellos en caso de sucederle?
Por todo lo dicho, querido amigo o amiga, y por más que en su momento iremos hablando, el escepticismo activo me lleva a concluir que todos esos vice lo son de nada, y de esta mucho más cuanto dejan de serlo mientras aún lo son. Sí querido amigo o amiga, que alguno hasta para eso es así de listo, tanto como para convertir la vicerrealidad en vicenada… y viceversa.
Hasta pronto, con un cívico abrazo.