viernes, 2 de noviembre de 2012

Y 3: Ja s'ha acabat el partit? ¿Manuel Azaña?

En el actual debate sobre el problema catalán, algunos autores toman como referencia el debate parlamentario que en su día sostuvieron Manuel Azaña y José Ortega y Gasset, y que hace unos años fue publicado en formato de libro con el título Dos visiones de Españay un prólogo de esos que el lector no debería dejar de leer. Y entre esos autores, los hay que toman por modelo o fundamento de su postura los argumentos esgrimidos por Manuel Azaña en dicho debate. Lo que puede resultar chocante es que alguno de ellos plantea las cosas como si la posición de Azaña hubiese sido la misma a lo largo de toda su vida política como autoridad de la II República de España. Ya vimos, en la segundo entrada de este post Ja s'ha acabat el partir?, que no todos los que comienzan pensando que los nacionalistas catalanes son camaradas leales terminan creyendo lo mismo. Y es que la lealtad institucional, cuando se trata de asumir la democracia como proyecto de bien común, exige que antes uno sea leal a ese proyecto, y no que solo aparente serlo para así justificar la deslealtad institucional. En este sentido, reproduzco a continuación un fragmento del libro de Manuel Azaña La velada en Benicarló, escrito en forma de diálogo durante la guerra civil española. Por lo general, se entiende que las opiniones del propio Azaña están representadas por las intervenciones de los personajes Garcés y Eliseo Morales. 


"BARCALA: El Gobierno de Cataluña ha adoptado la revolución, la proclama y pretende ordenarla.

GARCÉS: Otra vareta que anda suelta y no de las menores. El caso de Cataluña es complejo, pero no más tranquilizador. La relación del Gobierno de Cataluña con la guerra es la misma que la de toda España. El Gobierno de Cataluña no es más fuerte ante sus administrados que el de la República en las provincias de su mando. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno de Cataluña, por su debilidad y por los fines secundarios que favorece al amparo de la guerra, es la más poderosa rémora de nuestra acción militar. La Generalidad funciona insurreccionada contra el Gobierno. Mientras dicen privadamente que las cuestiones catalanistas han pasado a segundo término, que ahora nadie piensa en extremar el catalanismo, la Generalidad asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece. En muchos asaltos contra el Estado toman por escudo a la F. A. I. Se apoderan del Banco de España para que no se apodere de él la F. A. I. Se apoderan de las aduanas, de la policía de fronteras, de la dirección de la guerra en Cataluña, etcétera. Cubiertos con el miserable pretexto de impedir abusos de las sindicales para despojar al Estado, se quejan de que el Estado no les ayuda, y ellos mismos caen prisioneros de la sindical. El Gobierno de Cataluña existe de nombre. Las representaciones de los sindicatos en el Gobierno significan poco o nada; sus camaradas no los obedecen ni cumplen los acuerdos penosamente elaborados en consejo. Se aprobó el decreto de colectivización de la industria, como parte de una componenda, a cambio de que los sindicatos aceptaran los decretos de movilización y militarización. Se cumple el primero, pero no los otros. Cuando el Gobierno de la Generalidad lanzó de una vez cincuenta y ocho decretos, cada uno de los cuales era una transgresión legal, no ha obtenido la observancia de ninguno, porque a los sindicatos no les gustan. Con eso disfrutamos la doble ganancia de entrometerse la Generalidad en lo que no le compete y una desobediencia anárquica. Ya se está viendo la repercusión en la guerra. Un país rico, populoso, trabajador, con poder industrial, está como amortizado para la acción militar. Mientras otros se baten y mueren, Cataluña hace política. En el frente no hay casi nadie. Que los rebeldes no hayan tratado de romperlo, da que pensar. Si quisieran, llegarían a Lérida. A los ocho meses de guerra, en Cataluña no han organizado una fuerza útil, después de oponerse a que la organizase y mandase el Gobierno de la República. Ahora que empiezan todos a clamar por un ejército, tocarán las ventajas de haber quemado los registros de movilización, de haber hecho hogueras con los equipos y las monturas, de haber dejado que la F. A. I. se apoderase de los cuarteles y ahuyentase a los reclutas. Los periódicos, e incluso los hombres de la
Generalidad, pablan a diario de la revolución y de ganar la guerra. Hablan de que en ella interviene Cataluña no como provincia sino como nación. Como nación neutral, observan algunos. Hablan de la guerra en Iberia. ¿Iberia? ¿Eso qué es? Un antiguo país del Cáucaso... Estando la guerra en Iberia puede tomarse con calma. A este paso, si ganamos, el resultado será que el Estado le deba dinero a Cataluña. Los asuntos catalanes durante la República han suscitado más que ningunos otros la hostilidad de los militares contra el régimen. Durante la guerra, de Cataluña ha salido la peste de la anarquía. Cataluña ha sustraído una fuerza enorme a la resistencia contra los rebeldes y al empuje militar de la República.

LLUCH: ¿Pero quiénes son los directores de Cataluña? Está por ver. El verdadero pueblo catalán no está con ellos."

(Manuel Azaña. La velada en Benicarló)