martes, 20 de noviembre de 2012

Y 5. Ja s'ha acabat el partit? Ignatieff

¿Nos acordamos de la promesa que hice -en las dos primeras entradas, una y otra, de este post titulado Ja s'ha acabat el partit?- de incluir aquí algo de Michael Ignatieff? Bien, hace días que vengo intentado cumplirla, pero debido a dificultades que no vienen al caso especificar, hasta hoy no me ha sido dada la gracia de poder hacerlo. Sin embargo, a veces, no hay retraso que por bien no venga. En efecto, esta mañana me he encontrado con la noticia de que al señor Ignatieff se le entrega hoy en Madrid el premio Francisco Cerecedo, motivo por el cual un diario publica una entrevista donde se le pregunta, básicamente, por el problema nacionalista catalán. ¿Y qué tiene que ver Ignatieff con la cuestión del nacionalismo. La cosa viene porque hace medio año se editó la traducción al castellano de un libro que el autor publicó originalmente en el año 1993: Blod and belonging. La edición castellana, Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo, incorpora como novedad un epílogo de Ignatieff. Pues bien, es parte del contenido de ese epílogo lo que pensaba dar a conocer aquí con la única intención de animarles a continuar el partit con nueva lectura y ampliada reflexión. Por tanto, me dispongo a caminar por este texto y les invito a acompañarme en feliz incursión para confirmar, una vez más, que tratándose del nacionalismo nunca se acierta al predecir el resultado del partido, ni siquiera los resultados parciales del mismo. ¿Por qué? Porque cuando "juega" el nacionalismo, el partido nunca acaba y, también, porque si para el resto de jugadores el partido es mero tiempo de juego, para el nacionalismo es tiempo oportuno. Mientras los demás se enredan en contradicciones o difíciles paradojas de análisis, el nacionalismo vive de ellas al ser maestro del simplismo reduccionista. Leamos, pues, o mejor dicho, copiemos:

"Hemos aprendido a lo largo de veinte años, en Canadá, España y Reino Unido, que la descentralización de la autoridad no agrava necesariamente las tendencias separatistas. Cuando un estado (sic, en todos) central permite el autogobierno al nivel regional, y mantiene las responsabilidades necesarias en defensa, relaciones exteriores y economía que le corresponden, el deseo independentista entre las poblaciones nacionalistas de hecho puede disminuir, siempre que se responda a sus peticiones de autonomía. Los ciudadanos acaban aceptando una compleja identidad dual, al tiempo regional y territorial, al tiempo arraigada en un idioma o una fe y en la ciudadanía compartida del estado. La experiencia española, como la canadiense, ha demostrado que un autogobierno regional que protege la lengua, la identidad y la cultura y proporciona al tiempo sanidad, servicios sociales e infraestructura económica acerca la democracia a la gente y la reconcilia con el estado central. (...).
La crisis económica ha sacudido a España y a los españoles, pero no ha debilitado sus cimientos constitucionales. Las reclamaciones nacionalistas a nivel regional no han aumentado y la obligación del estado central de asumir la responsabilidad de la crisis no ha sido cuestionada. Hay quien ha especulado con que la crisis puede reforzar el papel del estado central ya que tiene el deber de colocar de nuevo las finanzas públicas bajo control y negociar los términos de austeridad con los socios europeos de España. Puede que veamos cierta recentralización de austeridad, pero en una España democrática la reafirmación de la independencia y autonomía regional es solo una cuestión de tiempo.
La pregunta más importante que sigue sin respuesta es el futuro de Europa. Durante veinte años, Europa ha sido el objetivo de las unidades subnacionales de los estados europeos así como de los nuevos estados de Europa del Este que salían de la tiranía o de la guerra étnica. Ahora ese objetivo está cuestionado. Los líderes de naciones pequeñas, Cataluña, Escocia, Valonia, los vascos, que una vez buscaron apoyo proclamando que la independencia no suponía ningún riesgo económico porque el destino de su libertad era una Europa rica y próspera, ahora tienen que pensárselo dos veces. Hoy las pequeñas naciones piensan, más que antes, que tendrían que buscarse la vida solas. Esto puede reducir el apoyo popular a la independencia, pero los problemas de Europa difícilmente acallarán las peticiones nacionalistas mucho tiempo. La fe nacionalista nunca ha sido erosionada por argumentos económicos, porque el atractivo de la independencia nacionalista no es fundamentalmente económico. Es la atracción de la libertad, de la autodeterminación, de ser el dueño de tu propia casa. Este sueño es constante, especialmente para las élites locales que confían en alcanzar el poder. La tarea de Europa y de los estados que la componen es encontrar la manera de dar a la rama torcida el espacio para que se enderece y crezca alta en el bosque de los pueblos libres. El reto para los estados europeos es conservar su integridad soberana compartiendo el poder con sus naciones. No hay ningún motivo para pensar que Europa no logrará superarlo con éxito."

¿¿¿??? 

¿Recordamos cómo recomenzó todo en el último partido entre el Barcelona F.C. y Real Madrid C.F en el Camp Nou? Parece ser que el partit continua hasta en los entrenamientos, y que el próximo domingo, con la celebración de nuevas elecciones autonómicas en Cataluña, este volcánico partido vivirá otra de sus jornadas "históricas". Y así sucesivamente, con más pompa o con menos, ... Pero algo sí ha cambiado: ahora hay algunos jugadores no nacionalistas que se atreven a versiones, contra el nacionalismo, una vieja canción que, paradójicamente, sigue sonando muy bien.  Y sí que suenan bien algunos de sus versos al ver cómo, en una clara absorción totalizante del espacio público, se tiñe el Camp Nou, no de banderas blaugranas, sino de banderas independentistas y se interrumpe el tiempo lineal de juego, para así eternizarse en el mito de ese guarismo histórico de la derrota convertida en victoria: 17:14. ¿Así es cómo el Barça hace país, es decir, así es cómo se hace a sí mismo más que un club? ¿No será que así es el modo en que el nacionalismo tiene de hacer al Barça a su medida, es decir, un club menos que un club? Por eso, algunos jugadores y seguidores no nacionalistas ya se preguntan cantando: "on vas amb les banderes? ... On vas amb la vergonya per galó? On vas quan ja l'infant no vol jugar i no pot mirar ni el blau del mar ni aquell cel clar i ets tu qui el borres, perquè ets tu qui li prohibeix parlar?"