jueves, 24 de octubre de 2013

El verdadero juez: Para pensar la sentencia sobre la «Doctrina Parot» -3-

¿Verdaderos jueces?

«En los últimos años hemos asistido a la creación de comisiones de verdad y de tribunales internacionales en los que se conoce  penalmente sobre la monstruosidad de los crímenes contra la humanidad. No obstante, este reforzamiento institucional de la conciencia moral no es suficiente para impedir que, al abrigo de una deficitaria memoria histórica, algunos y algunas entorpezcan de modo escandaloso la ingente tarea de dictar justicia. Así se ha hecho normal ver cómo esos mismos dan lugar a noticias que ocupan el centro de la actualidad en los diversos medios de comunicación. Esos hombres y mujeres a los que Unamuno calificaría de neutros –que no neutrales ni justos- convierten el espacio público en un vergonzoso lugar donde se quiere que todo suceda de modo que “ni chicha ni limoná”. En efecto, más de una resolución de altos tribunales judiciales, así como cartas, manifiestos o libros escritos por celebridades, confirman que –siguiendo con un lenguaje al uso- quienes deben “coger al toro por los cuernos” se dedican a “tomar el rábano por las hojas”. Como consecuencia de ello tenemos el animal suelto y la cosecha pudriéndose bajo tierra. Es decir, que a pesar de tanto esfuerzo democrático la justicia, en el mejor de los casos, puede decirse pero no hacerse. Además, podemos comprobar cómo los unos se congratulan, haciendo uso de equidistantes y neutras palabras, cuando los otros sentencian con equidistante y neutro procedimentalismo. En realidad lo que todos ellos desean hacer valer, desde esa equidistancia totalmente neutra, es que no habría que condenar lo dicho y/o hecho, lo callado y/u omitido. Y como excelentes representantes del colectivo <neutros sin neutralidad> no cesan de ampararse, ora en una encubierta y falsa doctrina de la misericordia, ora en unas encubiertas y falsas expectativas de convivencia, para legitimar un resultado exculpatorio. Estos malos administradores de la memoria y de la justicia airean sin ninguna cautela la doctrina de la “reserva cautelosa”. Por esto es por lo que también otros, dotados de una sensibilidad neutral –que no neutra- para el sufrimiento del inocente, y poniendo en peligro sus vidas, convierten la reflexión en una denuncia de ese perverso imperio procesal de la ley que, contradictoriamente, está impidiendo el imperio de la ley. Por ello también cada vez proliferan más discursos en los que se nos dice cómo una gestión de la memoria, que haga de ésta camino de justicia, debe trabajar desde una visión integral de los problemas, y por ello mismo indagar, valorar o juzgar sin miedo y sin pausa; discursos interdisciplinares en los que se declara que el verdadero juez, sin fórmulas de hombre neutro, debe distinguir lo que de distinto hay en cada caso particular pero, con justa neutralidad –que no equidistancia neutra- tratar jurídicamente sin miedo lo que de idéntico puede encontrarse en cada manifestación de la barbarie. 

La experiencia nos enseña, por desgracia, que el camino democrático que conduce a la convivencia es un sendero que está parcheado por el mal hacer de personas neutras que ocupan la correspondiente cuota de poder. En ocasiones se visten con togas, pero lo cierto es que los hay con todo tipo de indumentarias. Se ofrecen y se muestran como conciliadores, pero cuando alguien osa ejercer la libertad del pensamiento crítico, cuestionando la bondad o corrección de sus postulados, muy sutilmente procuran neutralizarle vivo, que no es sino otra forma de excluirle con el muy aséptico proyecto integrador.»

(Tomás Valladolid Bueno. Por una justicia postotalitaria. Barcelona, Anthropos, 2005)