«Se diría que hay una analogía entre el desgarrado firmamento de los valores y la ciudad de las personas:
[...]
… : no es el plural en sí el mal, como enseñaba la metafísica griega, sino la intención maquiavélica y pérfida de explotar esa división y, explotándola, debilitar los valores y lanzar la desconsideración y la duda sobre su seriedad.
[…]
San Francisco de Sales hablaba, en su lenguaje, de una ¡”avaricia espiritual”! Hay efectivamente una rapacidad devota que se dedica a la capitalización de los méritos y que colecciona virtudes. ¡Extraños, piadosos tesoreros que coleccionan, no medallas o pequeñas cintas, sino las virtudes mismas!».
(Vladimir Jankélévitch. La paradoja de la moral. Barcelona: Tusquets, 1983 (1ª ed. original 1981), pp. 212-214)