viernes, 4 de marzo de 2016

Ambición de poder. De vuelta a pensar con Maquiavelo.

«Procuran, como ya he dicho, los ciudadanos ambiciosos que vi­ven en una república, primero que nadie pueda perjudicarles, ni los particulares ni las autoridades, y para lograrlo buscan y adquieren amistades por medios aparentemente honrados, o prestando dinero o defendiendo a los pobres contra los poderosos; y por parecer esto virtuoso, engañan fácilmente a todo el mundo y nadie trata de evi­tarlo. Mientras tanto, el ambicioso, perseverando sin obstáculo en su propósito, consigue, por la influencia adquirida, que los particulares le teman y las autoridades lo respeten. Cuando, por no impedir a tiempo su engrandecimiento, goza de extraordinario poder, es im­posible, sin exponerse a gran peligro, combatirle de frente, por las razones ya dichas al hablar de lo peligroso que es afrontar un vicio o un mal profundamente arraigado en un pueblo, quedando las cosas reducidas a los siguientes términos: o procurar vencerlo, con riesgo de súbita ruina, o dejarle mandar, resignándose a manifiesta servi­dumbre, si la muerte o algún suceso no libra de ella; pues al llegar al extremo de que ciudadanos y autoridades teman castigar al poderoso y a sus amigos, con muy poco esfuerzo logran estos que los juicios y sentencias respondan a sus deseos. 
Oportunamente diremos cómo las repúblicas deben tener entre sus leyes una que impida a los ciudadanos causar daño aparentando hacer bien, y adquirir mayor influencia de la necesaria para favorecer y no perjudicar a la libertad. »


[Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Capítulo XLVI («Los hombres pasan de una ambición a otra. Procuran primero defenderse y después atacar a los otros)». Estudio introductor de Juan Manuel Forte Monge. Trad. de Luis Navarro. Notas de Miguel Saralegui. Madrid: Gredos, 2011, pgs. 369-370]