sábado, 26 de marzo de 2016

¿Cómo pensar el mal del terrorismo islamista?

En apoyo de las victimas y de los valores democráticos que estas representan, condena de los últimos asesinatos terroristas. Condenar y condenar, sin cansarse de condenar públicamente y sin fisuras -en este condenar- los asesinatos del terrorismo islamista, cometidos con motivaciones político-religiosas. 
Y además de condenar, pensar -y pensar hasta la raíz del pensar- cómo se puede hacer frente a personas que están dispuestas no ya a dar la vida o perderla a manos de otros por un ideal político-religioso, sino a quitársela ellas mismas como acto sacrificial que las salva a la vez que castiga con el asesinato a sus blasfemos e infieles enemigos. 

Ese acto de mortífero terrorismo tiene una singular naturaleza o significación. Condenarlo no es únicamente asunto de sentimiento moral, también es tarea de juicio reflexivo, es cuestión de voluntad de entender cuál es la esencia específica de ese acto que condenamos. ¿Cómo se reconfiguran en ese acto elementos que son comunes con otros actos terroristas análogos pero no idénticos? ¿Hay algún componente nuevo en dicho acto, o lo nuevo es de una naturaleza distinta -por reconfiguración- de componentes ya dados? Por ejemplo, ¿cómo se reestructuran el nihilismo y el contra-nihilismo que hay -al mismo tiempo- en el origen y en la ejecución de esos singulares actos terroristas? Si queremos hacerles frente -con un frente amplio que incluya eficaces y eficientes actuaciones educativas y de comunicación- habrá que pensar hasta la raíz del pensar y del creer, hasta la implosión del pensamiento y la explosión de la creencia.  

Y ese pensar, que nos proponemos en la exigencia de humanidad, habrá también de hacerse cargo con voluntad práctica -desde el ethos democrático- de pensarnos a nosotros mismos, objetivos que somos de los previsibles actos terroristas. ¿Cómo comprendemos nosotros el vivir, qué valor tiene la vida para nosotros, cómo concebimos la vida digna o qué entendemos por una vida mejor? ¿En qué casos creemos o pensamos -si es que lo creemos o pensamos- que tenemos el deber de morir? Hacer frente a quien pretender matar matándose a sí, nos exige vernos a nosotros mismos frente a frente, de cara a la vida y a la muerte, pensando qué clase de dignidad humana es la que sutura a una con la otra. Superar el miedo a la muerte causada por actos terroristas es condición necesaria para superar las amenazas de muerte que nos sobrevuelan. Ahora bien, para superar ese miedo hay que vencer el miedo a pensar, a pensarse a sí, a pensarnos y a pensarlos. Pero, ¿qué y cómo podríamos hacer - en su pensar y en el nuestro- para desactivar la potencialidad terrorista que supone vivir en la espera de poder salvarse al matar matándose?

Recordando, una vez más, la advertencia de Camus de que en materia de medios y fines siempre andamos entre la ternura y la inhumanidad, se pueden rescatar estas líneas que sirven de muestra para comprender la dificultad de pensar más allá de los tópicos del abrevadero mediático: 

«Al menos en el seno de nuestras democracias occiden­tales, son muy pocos los individuos que estarían dispues­tos a sacrificar su vida por la gloria de Dios, por la patria o la revolución proletaria. Sin embargo, puede que les pa­rezca que la defensa de su libertad, y más aún de la vida de sus seres amados, mereciera, en ciertas circunstancias ex­tremas, que se enzarzaran en el combate.» (Luc Ferry. Aprender a vivir. Taurus: Bogotá, 2007, pg. 288. -1ª ed. en francés 2006-)

A su vez, en este recuperar fragmentos de escritura, también este texto de Lewis Carroll: 

«¡Vamos! ¡De nada sirve llorar de esta manera!», se dijo Alicia a sí misma, con bastante firmeza. «¡Te aconsejo que dejes de llorar ahora mismo!» Alicia se daba por lo general muy buenos consejos a sí misma (aunque rara vez los seguía), y algunas veces se reñía con tanta dureza que se le saltaban las lágrimas. Se acordaba incluso de haber intentado una vez tirarse de las orejas por haberse hecho trampas en un partido de croquet que jugaba consigo misma, pues a esta curiosa criatura le gustaba mucho comportarse como si fuera dos personas a la vez. «¡Pero de nada me serviría ahora comportarme como si fuera dos personas!», pensó la pobre Alicia. «¡Cuando ya se me hace bastante difícil ser una sola persona como Dios manda!» (Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas. Costa Rica: BajaLibros.com, pg. 9)


Cabría «leer» este fragmento del famoso libro de Carroll a través del prisma que ofrece Hannah Arendt en el apartado III de la primera parte de su obra «La vida del espíritu», en el cual intenta dar respuesta a la pregunta «¿Qué nos hace pensar?». El interés de Arendt se orienta a elucidar los posibles vínculos entre el pensar y el mal en tanto distinguido del bien, o sea, la relación del pensar con la capacidad de evitar barbaries. Sus matizaciones -escribiendo sobre Sócrates- acerca del «dos en uno», del «silencioso diálogo» del yo consigo mismo, pueden llevar el fragmento de Lewis Carroll a una estimulante re-significación ética que nos ayude a pensar algunos de los horrores de nuestros días. Ahora bien, una mirada penetrante hacia nuestro presente, a tenor de nuestro pasado inmediato, nos obligaría a ir más allá de Hannah Arendt. Esto es lo que muy bien muestra Laura Arias en un libro de próxima publicación, donde se hace cargo de esta ineludible cuestión de humanidad.

(tvb)