Se
podrá alcanzar un pacto en educación que sea amplio y duradero. Se
podrá, gracias a la concreción de ese pacto, ocupar el primer
puesto en el escalafón de todos los informes internacionales de la
calidad. Se podrá andar sobre las aguas y caminar por los cielos de
la mano del último grito digital, de la penúltima ocurrencia
pedagógica. Todo eso se podrá. Pero de qué le servirá al ser
humano ganar PISA si continua perdiéndose a sí mismo. El pacto
será, pero será una máscara más si los divinos asesores no se
preguntan algo como esto: ¿Qué lugar corresponde en el «currículum»
a la carta octava que Rilke escribió a un joven poeta el 12 de
agosto de 1904?
(tvb)