domingo, 18 de junio de 2017

ALMA RANCIA, FÓRMULA NUEVA.

Por muy jóvenes en edad que seamos, y por mucho que nos empeñemos en imponer una irresistible imagen de neonatos, hay dos cosas que nos delatarían en nuestra impostura y nuestros enjuagues: la primera es el odio de alma rancia con el que cargamos contra los adversarios, a los que sustanciamos en un único y esencial Enemigo, mal de todos los males; y la segunda, vinculada a la anterior, esa forma que tenemos de pervertir el sentido de la poesía universal -poesía de «la palabra en el tiempo» y de «lo elemental humano» (A. Machado)-, a la cual recurrimos como un tópico anacrónico y un arma retórica para nuestro maniqueo y sectario combate. Por eso, como dijo Unamuno, aunque adornemos nuestras palabras y nuestras acciones con un incesante cambio de fórmulas, estas nos satisfacen «a falta de pensamientos vivos», y «en el fondo implican una dejación y a la par una dejadez del oficio de pensar y de repensar».

(tvb)


«Me dijo una tarde» (Antonio Machado)

Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
Yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.

(De Antonio Machado. «III. Canciones: IV. Me dijo una tarde», en SOLEDADES, GALERÍAS Y OTROS POEMAS (1907).




















(Esculturas de Regardt van der Meulen)