INDEPENDENTISMO CATALANISTA Y TOTALITARISMO
«Lo
que encuentro absolutamente ridículo e impensable es que en Cataluña
no todos seamos independentistas» (Carod-Rovira, 13/09/2006, en La
Vanguardia).
«…
tenemos la voluntad de ser lo más importante que se ha conocido en
la historia de la Humanidad. Sólo nosotros tenemos esta voluntad de
ser. ...
...
debemos tenerlo muy claro, debemos tenerlo muy claro, y los partidos
españoles que hay en Cataluña, como Ciudadanos o el Partido
Popular, que no debería llamarse Partido Popular de Cataluña sino
Partido Popular en Cataluña. Por tanto, estos son nuestros
adversarios, el resto somos el pueblo catalán, los que conseguiremos
la independencia, …»
(Carme
Forcadell, en un mitin el 26/5/2013 en Marina de Sants. El discurso
completo en: http://youtu.be/qNrMSwbkI-s)
"Hem
declarat la guerra democràtica a Espanya. Ja hi som. No té marxa
enrere. ... Però aquest conflicte obert no permet fer una cosa i la
contrària alhora. No hi ha tercera via ni agenda oculta possibles"
(F. Homs 18/05/2017, en El PuntAvui)
"De
aquí a unos años diremos lo mismo. Hemos conseguido todo esto,
hemos conseguido todo lo que el pueblo de Catalunya se ha propuesto
porque hemos persistido, porque no renunciamos". (Puigdemont,
19/06/2017, en El Periódico)
Pues,
bien, lo que pienso básicamente de este tipo de discursos lo he
dicho varias veces aquí y en otros medios, tanto en prosa como en
verso. Y ante la gravedad de lo que acontece en estos últimas
semanas, a causa de la intentona de independencia de Cataluña, lo
diré hoy también. Con mi libertad para pesar y con mi libertad para
expresar lo que pienso.
Es
cierto que no hay una sola razón que sirva para explicar por qué
sucede lo que lleva sucediendo en Cataluña desde hace años y que ha
venido a parar en lo que está teniendo lugar en este momento y en lo
que, por desgracia, probablemente acontecerá en un presente muy
inmediato. Ahora bien, dicho esto, uno no puede ni debe callar sobre
lo que conoce y sabe, pero cuyo alcance se oculta o minimiza por una
maquinaria de propaganda mediática e institucional que está al
servicio del nacionalismo independentista.
Hay
palabras y actos que expresan a la perfección el magma de odio
ideológico que empuja tanto el fanatismo de las élites
independentistas y como el de un numeroso grupo de personas que las
siguen en su fe ciega. Ese magma, ese odio y ese fanatismo no los
fabrica la incompetencia política del actual presidente del
gobierno, por muy cierta que sea esa incompetencia y sus políticas
injustas, y que ciertamente lo son. La causa principal está en la
ideología misma de esas élites y en las políticas de un progresivo
proceso venido de menos a más en su praxis de exclusión (política,
jurídica, educativa, cultural, social, lingüística y económica).
No
es necesario ser un nazi para comportarse como un totalitario que
pone en marcha procesos políticos, culturales, educativos y sociales
de carácter excluyente. Para dirigir y/o gobernar en dirección
opuesta a los principios de la democracia, es suficiente con
coincidir en la puesta en práctica de los principios de la
propaganda totalitaria. Y en este caso, en el de la puesta en marcha
de un proceso hacia la independencia de Cataluña, esos dirigentes
y/o gobernantes se ve que han aprendido muy bien los principios
básicos de esa propaganda y que los aplican con disciplina férrea,
aunque -eso sí- con la envoltura de una enorme mascarada
democrática. Repito, el totalitarismo de los dirigentes
independentista no es nacionalsocialismo, pero sí coincide con los
principios y la estrategia propagandista del totalitarismo
hitlerista, así como en algunos de sus postulados de una metafísica
del Pueblo claramente excluyentes y supremacistas:
«El
entusiasmo, una vez apagado, nunca más puede ser provocado cuando se
desee.
De
la misma manera como en el supuesto del cartel, su misión es la de
llamar la atención de la masa y no enseñar a los cultos o a
aquellos que procuran cultivar su espíritu; su acción debe estar
cada vez más dirigida al sentimiento y sólo muy condicionalmente a
la llamada razón.
Toda
propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y
saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo
pueda formarse una idea de aquello que se persigue.
La
finalidad de la propaganda no consiste en compulsar los derechos de
los demás, sino en subrayar con exclusividad el suyo propio.
La
primera condición de toda actividad propagandística, a saber: la
actitud fundamentalmente subjetiva y unilateral que la misma debe
asumir en relación al objetivo previsto.
La
gran masa de un pueblo no se compone de diplomáticos o sólo de
catedráticos de Derecho, ni siquiera de personas capaces de pensar
con acierto, y sí de criaturas propensas a la duda y a las
incertidumbres. Cuando se verifica en una propaganda el menor indicio
de reconocer un derecho a la parte contraria, se crea inmediatamente
la duda en cuanto al derecho propio. La masa del pueblo es incapaz de
distinguir dónde acaba la injusticia ajena y dónde comienza la suya
propia. Ella, en un caso como éste, se vuelve indecisa y
desconfiada, sobre todo cuando el adversario no comete la misma
cretinez, sino, por el contrario, lanza todas las culpas sobre el
enemigo.
Cualquiera
que sea el talento que se revele en la dirección de una propaganda,
no conseguirá el éxito si no se toma en consideración siempre e
intensamente un postulado fundamental: ella tiene que conformarse con
poco; sin embargo, ese poco tendrá que ser repetido constantemente.
La persistencia, en este caso, es, como en muchos otros de este
mundo, la primera y más importante condición para el éxito.
La
variación en la propaganda no debe alterar jamás el sentido de
aquello que es el objeto de esa propaganda, sino que desde el
principio hasta el fin debe significar siempre lo mismo. El motivo en
cuestión puede ser considerado desde puntos de vista diferentes, mas
es condición esencial que toda exposición entrañe en resumen,
invariablemente, la misma fórmula.
Sólo
de esta suerte es posible hacer que la propaganda sea eficaz y
uniforme. Sólo la línea maestra, que nunca debe ser abandonada, es
capaz, guardando la acentuación uniforme y coherente, de hacer
madurar el éxito final. Sólo entonces se podrá constatar con
asombro cuán formidables y casi incomprensibles resultados es capaz
de producir una persistencia tal. El éxito de toda propaganda, sea
en el campo del comercio o en el de la política, supone una acción
perseverante y la constante uniformidad de su aplicación.»
Termino
ya, pero solo por ahora, pues el «partit» va para largo. La
imperiosa formación independentista de la emotividad de todas las
gentes ha sido su objetivo durante muchos años, aunque no lo hayan
conseguido extender con éxito pleno. Y es que la resistencia de la
libertad (silenciosa) tiene sus misterios. Pero la mayor parte de los
recursos educativos, culturales y mediáticos han sido utilizados
para conseguir esa formacion. Y persisten, vaya que si persisten. Las
élites nacionalistas recrean el mito del Estado con su profesión de
fe en el Estado del mito. Su razón de Estado es la sinrazón de su
mito. El nacionalismo independentista catalán, por su peculiariades
totalistas y excluyentes, a pesar de su rostro de benévola
liberación democrática de «el pueblo», es una forma más de
totalitarismo.
(tvb)