miércoles, 4 de octubre de 2017

Y 6. Ja s'ha acabat el partit? Un juego totalitario.

INDEPENDENTISMO CATALANISTA Y TOTALITARISMO

«Lo que encuentro absolutamente ridículo e impensable es que en Cataluña no todos seamos independentistas» (Carod-Rovira, 13/09/2006, en La Vanguardia).

«… tenemos la voluntad de ser lo más importante que se ha conocido en la historia de la Humanidad. Sólo nosotros tenemos esta voluntad de ser. ...
... debemos tenerlo muy claro, debemos tenerlo muy claro, y los partidos españoles que hay en Cataluña, como Ciudadanos o el Partido Popular, que no debería llamarse Partido Popular de Cataluña sino Partido Popular en Cataluña. Por tanto, estos son nuestros adversarios, el resto somos el pueblo catalán, los que conseguiremos la independencia, …»

(Carme Forcadell, en un mitin el 26/5/2013 en Marina de Sants. El discurso completo en: http://youtu.be/qNrMSwbkI-s)

"Hem declarat la guerra democràtica a Espanya. Ja hi som. No té marxa enrere. ... Però aquest conflicte obert no permet fer una cosa i la contrària alhora. No hi ha tercera via ni agenda oculta possibles" (F. Homs 18/05/2017, en El PuntAvui)

"De aquí a unos años diremos lo mismo. Hemos conseguido todo esto, hemos conseguido todo lo que el pueblo de Catalunya se ha propuesto porque hemos persistido, porque no renunciamos". (Puigdemont, 19/06/2017, en El Periódico)

Pues, bien, lo que pienso básicamente de este tipo de discursos lo he dicho varias veces aquí y en otros medios, tanto en prosa como en verso. Y ante la gravedad de lo que acontece en estos últimas semanas, a causa de la intentona de independencia de Cataluña, lo diré hoy también. Con mi libertad para pesar y con mi libertad para expresar lo que pienso.

Es cierto que no hay una sola razón que sirva para explicar por qué sucede lo que lleva sucediendo en Cataluña desde hace años y que ha venido a parar en lo que está teniendo lugar en este momento y en lo que, por desgracia, probablemente acontecerá en un presente muy inmediato. Ahora bien, dicho esto, uno no puede ni debe callar sobre lo que conoce y sabe, pero cuyo alcance se oculta o minimiza por una maquinaria de propaganda mediática e institucional que está al servicio del nacionalismo independentista.

Hay palabras y actos que expresan a la perfección el magma de odio ideológico que empuja tanto el fanatismo de las élites independentistas y como el de un numeroso grupo de personas que las siguen en su fe ciega. Ese magma, ese odio y ese fanatismo no los fabrica la incompetencia política del actual presidente del gobierno, por muy cierta que sea esa incompetencia y sus políticas injustas, y que ciertamente lo son. La causa principal está en la ideología misma de esas élites y en las políticas de un progresivo proceso venido de menos a más en su praxis de exclusión (política, jurídica, educativa, cultural, social, lingüística y económica).

No es necesario ser un nazi para comportarse como un totalitario que pone en marcha procesos políticos, culturales, educativos y sociales de carácter excluyente. Para dirigir y/o gobernar en dirección opuesta a los principios de la democracia, es suficiente con coincidir en la puesta en práctica de los principios de la propaganda totalitaria. Y en este caso, en el de la puesta en marcha de un proceso hacia la independencia de Cataluña, esos dirigentes y/o gobernantes se ve que han aprendido muy bien los principios básicos de esa propaganda y que los aplican con disciplina férrea, aunque -eso sí- con la envoltura de una enorme mascarada democrática. Repito, el totalitarismo de los dirigentes independentista no es nacionalsocialismo, pero sí coincide con los principios y la estrategia propagandista del totalitarismo hitlerista, así como en algunos de sus postulados de una metafísica del Pueblo claramente excluyentes y supremacistas:

«El entusiasmo, una vez apagado, nunca más puede ser provocado cuando se desee.

De la misma manera como en el supuesto del cartel, su misión es la de llamar la atención de la masa y no enseñar a los cultos o a aquellos que procuran cultivar su espíritu; su acción debe estar cada vez más dirigida al sentimiento y sólo muy condicionalmente a la llamada razón.

Toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue.

La finalidad de la propaganda no consiste en compulsar los derechos de los demás, sino en subrayar con exclusividad el suyo propio.

La primera condición de toda actividad propagandística, a saber: la actitud fundamentalmente subjetiva y unilateral que la misma debe asumir en relación al objetivo previsto.

La gran masa de un pueblo no se compone de diplomáticos o sólo de catedráticos de Derecho, ni siquiera de personas capaces de pensar con acierto, y sí de criaturas propensas a la duda y a las incertidumbres. Cuando se verifica en una propaganda el menor indicio de reconocer un derecho a la parte contraria, se crea inmediatamente la duda en cuanto al derecho propio. La masa del pueblo es incapaz de distinguir dónde acaba la injusticia ajena y dónde comienza la suya propia. Ella, en un caso como éste, se vuelve indecisa y desconfiada, sobre todo cuando el adversario no comete la misma cretinez, sino, por el contrario, lanza todas las culpas sobre el enemigo.

Cualquiera que sea el talento que se revele en la dirección de una propaganda, no conseguirá el éxito si no se toma en consideración siempre e intensamente un postulado fundamental: ella tiene que conformarse con poco; sin embargo, ese poco tendrá que ser repetido constantemente. La persistencia, en este caso, es, como en muchos otros de este mundo, la primera y más importante condición para el éxito.

La variación en la propaganda no debe alterar jamás el sentido de aquello que es el objeto de esa propaganda, sino que desde el principio hasta el fin debe significar siempre lo mismo. El motivo en cuestión puede ser considerado desde puntos de vista diferentes, mas es condición esencial que toda exposición entrañe en resumen, invariablemente, la misma fórmula.

Sólo de esta suerte es posible hacer que la propaganda sea eficaz y uniforme. Sólo la línea maestra, que nunca debe ser abandonada, es capaz, guardando la acentuación uniforme y coherente, de hacer madurar el éxito final. Sólo entonces se podrá constatar con asombro cuán formidables y casi incomprensibles resultados es capaz de producir una persistencia tal. El éxito de toda propaganda, sea en el campo del comercio o en el de la política, supone una acción perseverante y la constante uniformidad de su aplicación.»

Termino ya, pero solo por ahora, pues el «partit» va para largo. La imperiosa formación independentista de la emotividad de todas las gentes ha sido su objetivo durante muchos años, aunque no lo hayan conseguido extender con éxito pleno. Y es que la resistencia de la libertad (silenciosa) tiene sus misterios. Pero la mayor parte de los recursos educativos, culturales y mediáticos han sido utilizados para conseguir esa formacion. Y persisten, vaya que si persisten. Las élites nacionalistas recrean el mito del Estado con su profesión de fe en el Estado del mito. Su razón de Estado es la sinrazón de su mito. El nacionalismo independentista catalán, por su peculiariades totalistas y excluyentes, a pesar de su rostro de benévola liberación democrática de «el pueblo», es una forma más de totalitarismo.


(tvb)