jueves, 7 de diciembre de 2017

Casualidades, coincidencias y convergencias entre ciencia y ética.

[Publicado en Facebook el 3.12.2017]


Hace unos días, en una habitación de la segunda planta de un confortable hospital, de esos de ahora que parecen más un hotel que un hospital.

Entra la enfermera para realizarle la cura a la paciente que espera acostada en la cama. Aquella es una antigua alumna de esta. Primera casualidad. El buen ánimo y la amabilidad imperan en el ambiente.

El acompañante está leyendo en su «ebook» el texto de una conferencia que Karl Popper pronunció a comienzos de los años ochenta: «Tolerancia y responsabilidad intelectual». En el mismo instante en que llega la enfermera, él subraya las líneas que tratan sobre la modestia del sabio y su disposición a no causar daño a los demás: «solo es sabio aquel que sabe que no lo es» y «mejor padecer la injusticia que cometerla».

Cuando la enfermera comienza la cura, el acompañante de la paciente se acerca a la cama. Saluda y pide permiso para observar. Entre alguna broma, todo transcurre muy afablemente. Además, él observa que la enfermera lleva escrita una leyenda-tatuaje en uno de sus antebrazos: «Le sage sait qu’ignore», es decir, el sabio sabe que no sabe. La reacción del acompañante es inmediata: «¡Joder, otra coincidencia!». Y les explica en qué consiste. Se ríen los tres. Él constata, además, por la tarjeta identificativa de la enfermera, que esta tiene nombre de pacífica y solidaria convivencia.



Nota: Un enlace al texto de la conferencia de Karl Popper y otro a un texto del profesor Juan José Acero sobre ética e investigación:





(tvb)