[Publicado
en Facebook el 3.12.2017]
Hace
unos días, en una habitación de la segunda planta de un confortable hospital,
de esos de ahora que parecen más un hotel que un hospital.
Entra
la enfermera para realizarle la cura a la paciente que espera acostada en la
cama. Aquella es una antigua alumna de esta. Primera casualidad. El buen ánimo
y la amabilidad imperan en el ambiente.
El
acompañante está leyendo en su «ebook» el texto de una conferencia que Karl
Popper pronunció a comienzos de los años ochenta: «Tolerancia y responsabilidad
intelectual». En el mismo instante en que llega la enfermera, él subraya las
líneas que tratan sobre la modestia del sabio y su disposición a no causar daño
a los demás: «solo es sabio aquel que sabe que no lo es» y «mejor padecer la
injusticia que cometerla».
Cuando
la enfermera comienza la cura, el acompañante de la paciente se acerca a la
cama. Saluda y pide permiso para observar. Entre alguna broma, todo transcurre
muy afablemente. Además, él observa que la enfermera lleva escrita una
leyenda-tatuaje en uno de sus antebrazos: «Le sage sait qu’ignore», es decir, el
sabio sabe que no sabe. La reacción del acompañante es inmediata: «¡Joder, otra
coincidencia!». Y les explica en qué consiste. Se ríen los tres. Él constata,
además, por la tarjeta identificativa de la enfermera, que esta tiene nombre de
pacífica y solidaria convivencia.
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Nota:
Un enlace al texto de la conferencia de Karl Popper y otro a un texto del
profesor Juan José Acero sobre ética e investigación: