sábado, 5 de mayo de 2018

¿SIGUEN LAS MÁSCARAS?

¿Disolución de ETA o disolución del carácter político de sus crímenes?

[Publicado el día 4 de mayo de 2018 en mi sitio de Facebook]

Alguien que une ser ideólogo y dirigente político (o sea, que es a la vez caño de agua y boca que la bebe) sale de vez en cuando a proclamar el principio político de politizar el sufrimiento. No es que me oponga a que ciertos problemas, que en apariencia pertenecerían al espacio privado, sean pensados y tratados como asuntos relativos al bien común en su dimensión política: al contrario, estoy a favor de ello. Me refiero, por ejemplo, a aquellos casos de exclusión donde esta produce merma o anulación de la condición ciudadana de las personas afectadas. No es solo que la sociedad haga suyos los sufrimientos privados ni que los poderes públicos intervengan para evitarlos o repararlos. Se trata de que hay relaciones donde el daño de las vidas personales tienen que ver con la institución y estructuración política de los vínculos sociales. 

Uno entiende que en el ideal democrático hay inscrito un conjunto de emociones y sentimientos que tiene traducción en virtudes y/o valores morales con proyección política. Ahora bien, con lo que no puedo estar de acuerdo es ni con la emotivicación sentimentaloide y mojigata de la política ni con la instrumentalización politiquera del sufrimiento estímulando la sensiblería. La implementación de reformas democráticas de la política, necesita de sólidas y enérgicas emociones democráticas, pero esto no significa que la democracia se desfigure en una irreflexiva democracia de las pasiones. 

Hay, por otra parte, un caso de conexión entre sufrimiento y política que no solo me merece desacuerdo, sino una categórica condena: cuando las actuaciones que provocan sufrimiento injusto e indiscriminado -pero selectivo- son realizadas con claras intenciones políticas. Así, el sufrimiento provocado por ETA a lo largo de tantos años no necesitaría que se lo politice y, en consecuencia, se le perciba como injusto: es un daño que la propia ETA se encargó siempre de conectarlo directamente con sus motivaciones políticas. Sin embargo, en este proceso del final de ETA al que hemos asistido, algunos se empeñan en borrarle esa motivación ideológico-política. Se da un interés en algunos para que solo quede el sufrimiento a secas: disolución de su sustancia política, como si se tratase de una desgracia o una tragedia lamentable, pero no de un daño condenable moral y políticamente por ser causado -a lo largo de los años y de manera criminalmente organizada- por la comisión de una violencia política que tiene su fundamento ideológico en un autodeclarado (y jactancioso) socialismo nacionalista y revolucionario. Bien es verdad que, siguiendo algunas estelas de banal moda, se ponen la coda añadida de «no patriarcal». Bueno, por algo se empieza, aunque solo sea como propaganda de marca. 

En fin, que al trabajo de democratizar nuestra democracia le ha salido un nuevo deber: politizar ese sufrimiento que en sí mismo es sufrimiento político. De paso, habrá que denunciar el falso feminismo de ese movimiento político y denunciar públicamente las otras máscaras que ocultan sus verdaderos propósitos totalitarios. Pues eso, aquí seguiremos, en la brecha. 


(tvb)