martes, 6 de noviembre de 2018

FILOSOFÍA EN LA EDUCACIÓN CÍVICA

¿Por qué es “importante” la Filosofía en la formación democrática de la voluntad política?

Al contrario de lo que alguien suele creer, la Filosofía es útil no solo para desentrañar las claves reaccionarias de las derechas, sino también de las izquierdas. Las diversas oligarquías políticas la quieren como sierva de su ideología y de sus intereses: sirvienta a conveniencia. Así que aquí dejo tres ejemplos de cómo la Filosofía, cuando es indómita, seguro que será vista como muy peligrosa para la hegemonía de los cánones ideológicos que unos y otros pretenden imponer. Incluso dirán que se propone la Filosofía como medio de perverso adoctrinamiento. Así han respondido siempre los sofistas a cualquier crítica filosófica que denuncia su imperativa doctrina. Y, por supuesto, este sentido cívico de la Filosofía no será compartido por un buen número de filósofos. Pero vamos ya a los ejemplos:


1. La Filosofía viene muy bien para darse cuenta si una persona titular de la vicepresidencia del gobierno no tiene ni idea del problema ético fundamental relacionado con la permanencia en el tiempo de la identidad personal. Si esa titular no es capaz de distinguir éticamente el «quién» es una persona del «qué» es, entonces tomará como esencial «perpetuarse» en el «qué» y como insignificante «mantenerse» en el «quién». Por esto, lo importante para ella no será mantener la palabra dada o dicha a pesar de cambiar las circunstancias, sino hacer y decir lo que convenga para perpetuarse en eso que se llega a ser según los tiempos y no para mantenerse en quién se es según principios responsables de acción política. Con titulares del poder que actúan y hablan en ese sentido, no es posible una relación de confianza institucional porque les falta lo mínimo necesario para comportarse con lealtad moral incluso consigo mismos. 

[Para aclarar conceptos: Paul Ricoeur. Sí mismo como otro. México, S.XXI, 1996 (1990), pp. 109-120; 166-172]

2. No es cosa menor aprender a distinguir entre la «evitación» -que consiste en ejercer o no derechos y practicar o no libertades por temor a la reacción de los enemigos de estas- y la «prudencia», el «cuidado» y el «sentido de la oportunidad» debidos en circunstancias y contextos en que se ejercen derechos y se practican libertades. Y es relevante conocer la diferencia porque así sabremos cuándo un ministro del interior se comporta (de palabra) de forma imprudente, descuidada e inoportuna al evaluar negativamente que unos ciudadanos y asociaciones políticas no sigan los pasos de las políticas de evitación que, por conveniencia partidista, diseña el gobierno del que ese ministro forma parte con gran orgullo. La indecencia maniquea consiste en neutralizar la confrontación legítima de la oposición descalificándola como crispación, mientras que si el propio partido del gobierno o quienes le apoyan son los que agitan, entonces estos están ungidos con el impecable aceite democrático de la rebeldía. 

[Para saber de dónde venimos y pensar cómo en buena parte hemos llegado a esto: Marcel Gauchet. La démocratie contre elle-même. Paris. Gallimard, 2002, pp. 177-198 («Pacification démocratique, désertion civique») y pp. 229- 235 («Un nouvel âge de la personnalité. Apiasement»]

3. Y en tercer lugar, para que no se pierda de vista todo lo que significa que para la democracia, como forma de vida en común, la historicidad del sujeto político es primordial, resulta muy importante que desentrar las ocultas intenciones que algunos gobernantes tienen cuando hablan de soluciones políticas para problemas políticos que requieren diálogo y sólo dialogo. Si la filosofía es importante, lo será más si ayuda a pensar teniendo en cuenta la experiencia histórica y los hechos. La Filosofía contribuirá de verdad a la formación democrática si ofrece los medios de compresión reflexiva y crítica para leer y comprender textos como el siguiente: «La historicidad del derecho va unida al concepto de su supremacía sobre las autoridades políticas. El cuerpo del derecho en desarrollo, a la vez en cualquier momento y a largo plazo, es concebido por algunos -aunque no por todos, y no necesariamente por la mayoría- como obligatorio para el Estado mismo. Aunque quedaría reservado a la Revolución norteamericana aportar la palabra “constitucionalismo”, desde el siglo XII en todos los países de Occidente, aun con monarquías absolutas, se ha dicho y aceptado, a menudo, que algunos aspectos importantes el derecho trasciende a la política. Se dice que el monarca puede hacer la ley pero no puede hacerla arbitrariamente, y hasta que la haya modificado -legalmente- está obligado por ella.» 

[Para ampliar: Harold J. Berman. La formación de la tradición jurídica de Occidente. México. FCE, 1996 (1983), cita, p. 19.]


(tvb)