Claudine Haroche: ¿Se trata de una antropología psicoanalítica y democrática que es necesario pensar en términos de tensiones paradójicas? Habría entre los individuos, renuncia, donación, intercambio, parte del otro en uno mismo, la de uno en el otro, es decir, movimiento, negociación paradójica, o sea, la afirmación de que incluso si hay una soledad fundamental, hay otro y otros.
Eugène Enriquez: No es cuestión solo de movimiento y de renuncia, sino también de invención, de construcción, de creación con otros. La renuncia es compensada por el placer y la pasión de hacer cosas con otros.
Claudine Haroche: No se trata de un sacrificio de sí mismo; es la posibilidad de incorporar a uno mismo en lo colectivo, de construirse por la vía de una relación inteligente y mesurada del individuo con lo colectivo. No es una fusión, es ser uno mismo, afirmar el derecho de ser uno mismo en lo colectivo.
Eugène Enriquez: Es importante señalar que “no se trata de un sacrificio”. En el sacrifico hay, en efecto, la idea de que cada uno es solo una parte del gran todo, de que la existencia solo es legítima en función de una instancia transcendente: no habría, pues, ninguna legitimación interna. El sacrificio encierra un crueldad que conduce a que el sujeto no tendría más posibilidad de legitimarse que en una relación con la transcendencia y no en la inmanencia.
Claudine Harocche: Sería necesario reflexionar sobre una determinación, una obstinación, que es fundamentalmente la cuestión de los principios. ¿Hasta dónde deben ir los principios? ¿Hasta dónde respetar lo principios sin que el respeto conduzca a su desviación?
Eugène Enriquez: Esa definición implica que se sufre porque esto es la exigencia de “lo más alto”, del agente de la alienación. Sin embargo, cuando se está identificado con “lo más alto”, ya no se sufre, sino que se puede hacer sufrir a los otros. Esto da una satisfacción narcisista intensa. El “tú debes” encierra un componente megalomaníaco y paranoico que, en efecto, va a coaccionar a uno mismo y a los demás.
Claudine Harocche: Sería necesario reflexionar sobre una determinación, una obstinación, que es fundamentalmente la cuestión de los principios. ¿Hasta dónde deben ir los principios? ¿Hasta dónde respetar lo principios sin que el respeto conduzca a su desviación?
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Eugène Enriquez: Más bien que principios, hay que aceptar fundamentos. (…) Es extremadamente violento, cruel, sacrificarse a los principios, pues sacrificándose a estos, el sujeto se vuelve el portavoz de la causa por la cual se sacrifica, desarrollándola, fortaleciéndola, exhibiéndola, y por ella está dispuesto a sacrificar a los otros.
Claudine Haroche: ¿Una persecución de sí mismo y de los otros, no es una definición general de fanatismo, de integrismo?
(Eugène Enriquez et Claudine Haroche. La face obscure des démocraties modernes [La cara oscura de las democracias modernas].