«El argumento a favor del socialismo, definido como el poder democrático sobre la distribución y el uso de los recursos productivos, no es que el socialismo garantice la justicia social y política, sino que cree un campo de experimentación socio-económica que favorezca la lucha por la realización de esos ideales. Así pues, este argumento se basa esencialmente en una creencia positiva en las virtudes de la democracia (la “fe en la democracia"). Es la creencia de que cuanto más democrática sea la distribución del poder en un sistema dado, es más probable que prevalezcan los valores humanos e igualitarios. Esta apuesta democrática no se basa en última instancia en una creencia antropológica en la bondad innata de los individuos, sino en la convicción de que una democratización profunda de las condiciones de existencia transformará las interacciones entre los individuos, de modo que los impulsos más humanos de nuestra naturaleza pueden prevalecer sobre nuestras tendencias más oscuras. Pero la democracia puede ser desviada, y las solidaridades excluyentes pueden ser tan fomentadas como lo sean las universalistas. Por lo tanto, no hay garantías absolutas».
(Erik Olin Wright, fragmento de Envisioning real utopias.)
(tvb)