miércoles, 4 de mayo de 2011

Adivina adivinanza ...

El líder político de hoy día destaca por ser histérico, y esto en la medida que quiere gobernar por medio de complacer y conseguir el plebiscito de las encuestas. En las mediacracias,* es muy frecuente ver a los histriones  monopolizar la escena y al histrionismo político instaurarse como un cuasi régimen democrático. En efecto, la historia de la democracia es inseparable de una historia de los “carismas inciviles”. (…) A cada edad de la democracia le corresponde su histrionismo, que constituye la prueba misma de las conquistas del individualismo.
Es inútil, sin embargo, acusar a la comunicación de provocar todos los males posculturales. En el fundamento mismo de lo político está la comunicación, la puesta en común. El problema no es, pues, “comunicar”, sino parodiar la idea misma de comunicación sustituyéndola por la de espectáculo. Complacer y divertir se convierte para el líder en el medio más seguro de no compartir su poder. Haciéndose líder de ficción, habitual director de escena de los ciudadanos, el jefe de Estado busca menos “comunicar” que confiscar. Detrás de la hipercomunicación, permanece la falta de transparencia sobre la acción política. Y detrás del histrión, dormita el autócrata. El berlusconismo es un ejemplo perfecto de esto, pero no tiene el monopolio del histrionismo. Este último puede hacerse más silencioso. En este sentido, el mutismo y la rarefacción de las presencias “privadas” pueden constituir un perfecto acto II de una presidencia. El histrionismo no estará por eso menos presente: siempre la hipercaptación de la atención; siempre el egopolítico; pero esta vez manejando el arte de la retirada.
Al practicar el histrionismo político, todo jefe de Estado se aleja de la valentía política y sólo se dedica a realizar “siempre más de lo mismo”. Su agitación es la más segura filiación con sus predecesores, pero el nuevo lídes se vanagloria de ser valiente y de llevar a cabo por fin la ruptura. Pero nada de esto. El histriónico orquesta y monopoliza la agenda mediática, y practica el falso cambio. (…) Solamente, en este tiempo de las democracias del espectáculo, el histrionismo político no tardaba nada en erosionar los procedimientos de la virtud y de ver, a la inversa, a los circuitos de corrupción pasiva crear sistemas de aceptabilidad, más difíciles de desbloquear luego.

(Cynthia Fleury, La fin du courage)

* Traducción literal de “médiacraties”: “media”, abreviatura de la expresión  angloamericana mass media que se traduce por medios de comunicación de masas; “cracia” hace referencia al griego krátos, que puede entenderse como poder, gobierno, etc. Así, se habla de poder mediático o de democracia mediática para resaltar la enorme importancia que tienen los medios de comunicación en la conformación y funcionamiento de las actuales sociedades democráticas.