Un importante periódico español ha dedicado uno de sus editoriales al “ya exvicepresidente” (sic) y nuevo candidato del PSOE a la presidencia del gobierno. Durante siete párrafos, so capa de analizar y valorar el discurso del nuevo candidato, se realiza un panegírico que sin resultar tímido tampoco trasluce un alocado apasionamiento. Aunque tiempo habrá para todo. No obstante, el texto del editorial termina por donde debiera haber comenzado: con un octavo párrafo donde se dice lo que el novedoso aspirante ha de hacer porque en su discurso aún no lo ha hecho. Lo que un servidor no ha logrado esclarecer, todavía, es si ese párrafo tiene un tono admonitorio o si se trata más bien de un simple consejillo hecho a su excelencia. Como pienso que el contenido del mensaje es lo importante, me permito reproducirlo, eso sí, recomendando que se le dé el radical sentido crítico que, sin duda, le falta en el contexto general del editorial. Dice así:
Pero también es cierto que han sido muchos los errores, y él ha sido corresponsable como vicepresidente. Bien están las buenas palabras, pero necesitará tiempo para demostrar que esas intenciones son sólidas. Para acreditarlo deberá explicar también por qué tantas cosas de las que propone no las impulsó desde el Gobierno.
Ea, pues que así se haga, y de forma veraz, pues de otro modo, todo lo nuevo será igual de falsario que lo ha sido buena parte de lo anterior. Por lo pronto, lo que no cuadra bien con tan loados propósitos de regeneración de la democracia son las blancas declaraciones de un ministro, ya exdiseñador de campañas electorales, realizadas hace unos días en un importante medio radiofónico. Decía el muy blanco ministro -y lo decía de forma tan repetida, clara y sectaria como su blancura- que si la gente, cuando vota, pensase en el mejor presidente de gobierno, entonces no sería necesaria la campaña electoral, porque el mejor presidente es el vicepresidente -que aún lo era-. ¡Y tan pancho que se quedó el blanco y nuevo cartesiano, pero todavía ministro! En efecto, al pensar verdadero se le revela de forma tan clara y distinta lo que es evidente, que se hace innecesaria toda deliberación o confrontación pública de argumentos. Y como a fin de cuentas, con la impagable ayuda de ese ministro, las campañas han dejado de ser –si es que en pureza lo fueron alguna vez- ejemplo de la concurrencia ilustrada, es decir, democrática, pues ni falta que hacen. Vamos que al blanco ministro sólo le faltó esgrimir la tan socorrida teoría de la aclamación. Pero no se preocupen, que para esto también habrá tiempo. Sobre todo, si la corresponsabilidad de la que se habla en el editorial antes citado se disuelve en otras aguas sucias y negras. Aún así, es verdad, para las elecciones hay partido –como dice el título del editorial-, lo que ya no parece tan seguro es que queden restos del partido, y no precisamente porque las pierdan, sino antes de comenzar y aunque las ganen.
Por cierto, hablando de pensar, ¿qué es eso de que el sistema educativo no se reforma? ¿Significa que se ahondará más y más la poza de los gravísimos errores? ¿Quiere decir que el nuevo presidenciable seguirá el loco modelo de ahondamiento que ya se ha iniciado, por parte de alguna Administración Autónoma, en materia de organización de los centros educativos? Pues de ser así, para ese camino no se necesitan tan pregonadas y alabadas alforjas.