Me preguntas, buen amigo, cuál es la intuición básica que me lleva a algo más que a desconfiar de lo dicho por el Lehendakari. Pues bien, te diré que no hay una ultrapercepción que sirva de fundamento a una posición escéptica. Me podría poner muy teórico y argumentar por qué su propuesta de crear un Instituto de la memoria y de la tolerancia responde al prototipo de la metafísica institucional, esa que se basa en la creencia de que una institución, dotada de nombres relativos a valores generalmente aceptados, es en sí misma parte esencial de la solución; pues, ¿a quién en su sano juicio se le ocurriría mostrar recelo ante la creación y funcionamiento de un organismo que trabaja por la memoria y la tolerancia? Para convencerte de lo fundado que estaría recelar, podría citarte algunos pasajes de la obra de Amartya Sen. Podría también afinar más y argumentar por qué la conjunción de “memoria” y “tolerancia” no es algo que sea tan evidente, sino que puede resultar muy problemática. Y para explicarme mejor y mejor entendieras esto, echaría mano de lo dicho por Aurelio Arteta sobre la relación entre tolerancia y barbarie, así como de las palabras de Reyes Mate acerca de la tolerancia compasiva. Pero amigo, no lo haré, pues entiendo que lo que me pides no son largos argumentos filosóficos, sino que te confiese muy sintéticamente lo que está detrás de mi aprecio por estos argumentos. Te lo diré: ni en el discurso pronunciado por el Lehendakari el día 29 de septiembre ni en la entrevista publicada hoy en un importante periódico, he leído que salga de su boca la palabra justicia. Mucho de libertad, de tolerancia, de convivencia, de paz, de verdad, de memoria, pero nada de justicia.
Así que esa idea de memoria, a pesar de todo lo que dice, es una memoria para el olvido, de ahí su machacona referencia al nuevo tiempo en que nos encontramos. Buen amigo, cuanto más se enganchan a ese nuevo tiempo, más me echo a temblar. ¡Qué acento tan distinto en las palabras del divino Lehendakari y estas otras de Juan Ramón Jiménez en su exilio!:
Todo el tiempo que ha mediado entre aquel sol dando en España y este sol dando en América, es río de tiempo, cuya agua dorada se ha desvanecido en el ser de otras cosas grandes y pequeñas. Sólo quedan en este instante dos puntos de referencia y un abismo en medio de vacío absoluto, en el que ningún sol vivo ni muerto puede solear su atmósfera ciega que es todo el mundo y toda vida, vida, para mí. Este vacío es lo que son la vida y el mundo, un depósito inaprensible y sin continente de tiempo olvidado. ¡Si la memoria sorprendente triunfara sobre la voluntad y la intelijencia (sic), como en el sueño! Memoria siempre activa, día y noche, como el mar, querida, hermosa memoria mía, triunfal! (Juan Ramón Jiménez, Guerra en España)
Me dirás que tampoco el poeta menciona la justicia. Y es verdad, sólo que el poeta habla de justicia con la voz del silencio, del acento; mientras que otros la callan con la mudez calculada de un lenguaje convertido en cháchara.