lunes, 30 de enero de 2012

Están ahí, aunque no lo parezca.

Un lunes de tantos, como tantos otros, vamos conduciendo el coche por una vía de circunvalación. Con obediencia automatizada, nos detenemos delante de uno de los semáforos que está en rojo; con gesto distraído y sin intención, miramos a la izquierda y vemos, al igual que tantos otros días, ese enorme edificio en cuya fachada lateral derecha resalta un letrero de color verde: Urgencias Generales. Sin que la imagen del Hospital haya despertado en nosotros evocación alguna, desde el auto de atrás tocan el claxon para avisarnos que el semáforo se ha puesto en verde. Casi a la par que el pitido, volvemos a salir tirando, no de otra manera distinta a como nos la vida: tirando y obedeciendo. Entre este tirar y este obedecer no hay lugar para la conciencia, y menos aún para dar cabida en ella a quienes habitan ese edificio mayúsculo, ese bloque gris que toma vida en las vidas de los que temen y luchan por ellas. Nuestro tiempo, tirando con digital obediencia, no es el tiempo de quienes están y de lo que está ahí aunque no lo parezca. Ahí está sí, un cáncer cerebral, de músculos, de pulmón, de colon, de estómago y de próstata. Ahí está también, una meningitis de niño y de adulto, acompañada por una fiel encefalitis. Ahí están, en su espacio de destino, una neuralgia del trigémino, un desprendimiento de retina y un traumatismo craneoencefálico, espinal o de rótula. Y cómo se van a quedar en la calle un absceso de recto, una peritonitis y un parto que viene fuera de tiempo; sí fuera del tiempo de ir tirando con obediencia debida, pero no de vida. Ahí están, sí, el absceso, la peritonitis, los traumas y el feto: sí un feto humano. Ahí están, aunque no lo parezca, seres humanos, personas que se ocupan y preocupan de otras personas que están ahí, aunque no lo parezca, sufriendo en sus cuerpos y en su espíritu esas enfermedades que no vemos desde el asiento de nuestro coche, ese auto hipotecado que va tirando de nosotros y como nosotros: obedeciendo y sin conciencia, hipotecados toda nuestra vida completamente debida. Ahí están, sí, pero ¿dónde están las psicosis, las neurosis y las depresiones? ¿Dónde están esas enfermedades crónicas que tanto molestan a quienes no las padecen? ¿Dónde están los seres humanos que las sufren y aquellas personas que los sotienen? Los veamos o no, ahí están, aunque no lo parece.