miércoles, 8 de febrero de 2012

"El Valle de los Caídos"

- He leído a algunos que defienden la propuesta de dejar que el Valle de los Caídos se vaya cayendo solo. Además, los hay que no están de acuerdo con realizar intervenciones destinadas a asignarle una nueva significación. ¿Cómo ves todo esto?
- Hombre, tú sabes cómo pienso que debe comportarse, moral y políticamente, el presente con su pasado. Por eso creo que sería un error limitarse a acompasar, con cierta lógica evolucionista, el paso del tiempo y conformarse con ese ajuste de cuentas que, a su modo, son el deterioro y la ruina. Ciertamente, me parece que la injusticia del monumento no consiste en la transgresión de los límites del poder humano frente a potencias sobrehumanas, no es un "pecado" de soberbia y de orgullo.
- Es decir, para ti -si no te entiendo mal- este monumento no es fundamentalmente la expresión de un ser humano que, al no ser capaz de encontrar su humanidad, se aventura en el sueño de la superhumanidad.
- Dices bien. Entiendo que el monumento no es esencialmente el fruto de la voluntad de quienes pretender ser "como dioses", de manera que con sus actos y creaciones venzan tanto a sus enemigos como al  paso del tiempo. Si así fuera,  ahora bastaría -como piensan esos que me dices- con dejar que el efecto de la madre naturaleza mostrase los pies de barro de tales divinidades. Pero no, no es eso. No se trata de ese pecado ontológico de querer ser el ser que no se es. 
- ¿De qué va, entonces?
- Por lo pronto, he de decirte que el monumento no esconde una hermenéutica, sino que él mismo resulta ser la hermenéutica de un acontecimiento que ha sido realizada siguiendo el impulso de una perversa voluntad de totalidad. El monumento impone un significado de reconciliación que no es reconciliación.
- ¿Por qué piensas esto?
- Porque el Valle de los Caídos, en su globalidad, es un complejo símbolo construido con criterios de exclusión: aún los vencidos que allí fueron enterrados son unos excluidos en la inclusión. Estamos ante una obra que ejemplifica, como pocas, el deseo de la extrema asimilación de las partes a la totalidad del orden jerárquico de las cosas. El Valle de los Caídos es una auténtica profanación religiosa de la religiosa restitutio in integrum.  
- Sí, me parece más que sugerente esto que planteas. Pero en un marco democrático de las cosas, no podemos resacralizar la restitutuio in integrum en un sentido religioso. ¿Cómo romperíamos el hechizo?
- Para empezar, con el fomento de la confrontación de memorias autocríticas que sean activadas para la reconciliación en la verdad y la justicia democrática. De ahí que sea muy importante insistir en que estamos -como diría Benjamin- ante un documento de cultura y de historia que también lo es de barbarie. Pero, en segundo lugar, como bien añadía Benjamin, que "igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro". ¿Me explico? Es responsabilidad nuestra que dicha transmisión no recaiga en la barbarie del monumento; y para evitarlo nada mejor que seguir la recomendación, también de Benjamin, de "pasarle el cepillo a contrapelo".
- Ya veo que continúas empeñado en modelar la teoría y la praxis -que se decía antaño- según las tesis del concepto de historia de Walter Benjamin. Desde luego, a un problema tan complicado como este, si queremos debatir la solución de la forma más fundada, no está de más mirarlo desde esa óptica, por muy ajena que pueda parecer a una mayoría y a la otra. Por eso, va a ser necesario que esa mayoría y su contraria renueven la voluntad de entendimiento.
-  Así es. Porque si nos limitamos a dejar correr el paso del tiempo, según un melodioso "let ti be", ya colaboramos con la barbarie, pues renunciamos a leer en la ruina su origen. Pero, por otra parte, si nos conformamos con historiar positivistamente, tratando de transmitir "objetivamente" el significado del creador del monumento, entonces renunciamos a un juicio crítico-moral que no surge inmediatamente sin pensar desde la memoria. En ambos casos, nuestro presente democrático perdería toda su fuerza para significar moralmente el pasado y, también, la posibilidad de fortalecerse moralmente desde ese pasado. Por ello, has de deducir, que no se trata de abandonar a su ruina ni de meramente conservar el Valle de los Caídos, sino de rescatar un "significado viviente" (en las memorias) que tanto la naturaleza como la historia no dejan de amenazar en su existencia. Ese "significado viviente", de unas memorias sobre unas injusticias y para una democrática reconciliación, es el cepillo con el que el arqueólogo -que todos debemos ser- ha de desempolvar y desenterrar nuestro pasado con miras a un presente y un futuro democraticamente dignos.
- No sé, no sé bien. Hay algo que se me escapa.Todo esto me obliga a pensar y a buscar argumentos.
- Pues no otra cosa es lo que hacemos, y que siga así.