martes, 7 de febrero de 2012

RMU 6

"Conozco adorador de Nietzsche -¡y qué estragos ha hecho este hombre funesto en la legión de espíritus faltos de cultura filosófica!- que se cree libre de toda ilusión trascendente, cuando no hace sino vivir de ilusiones y de fantasmas que le sugirió aquel desgraciado poeta soñador que, para defenderse de su ingénita y jamás vencida debilidad, inventó la sofistería de la fortaleza.
Nietzsche, ..., por su parte, ha contribudo más que nadie a que se crean genios no pocos majaderos y que se figuren tener almas de leones, por haber aprendido sus aforismo, legión de borregos que, por espíritu rebañego, se han apartado del grueso del rebaño. (...)
Siempre he creído que Nietzsche fue un hombre dominado por el miedo, por el miedo de morirse del todo, miedo que le hizo inventar lo de la vuelta eterna ...
Pero todavía puede uno simpatizar con el alma de Nietzsche, aun abominando de sus enseñanzas y cobrar cariño y admiración -hijos de piedad uno y otra- a aquel espíritu de torturas que vivió en lucha perpetua con la Esfinge, hasta que la mirada de ésta le dirritió el sentido arrebatándole la razón. Pero con quienes es muy difícil simpatizar es con los nietzscheanos, sobre todo con los nacidos y criados en nuestros países católicos, donde la ignorancia en materias religiosas es la ley general.
Y desgraciado el pueblo en que se agosta o se hiela el hondo sentimiento religioso que ha producido esos grandes rebeldes como el Dante, Lutero y Juan Jacobo. La causa del progreso espiritual está perdida en tales pueblos, y muy pronto las clases cultas de ellos pierden el apetito de vivir, cayendo en las formas del tedio disfrazado y en toda clase de deportes, entre los que se cuenta la política. Porque la política, en estos desgraciados pueblos, cuando no es un medio de medrar y de satisfacer concupiscencias o codicias personales, es un deporte, un verdadero juego. El ideal ha desaparecido por completo."

(Miguel de Unamuno. Contra esto y aquello)