martes, 9 de febrero de 2016

Ocho apellidos, ocho euros y ocho patas.

El presentador del reciente acto de entrega de «los Goya» tuvo su momento de sectarismo en el trato parcialísimo que dio a los dirigentes políticos que allí estuvieron. De ninguno, salvo de uno entre los cinco, hizo chiste y mofa a cuenta del currículum vitae; y conste que del de todos se podría haber hecho y mucho. También de todos se podría haber hecho mucho chiste sobre frases que pusieran en evidencia su ignorancia y su torpeza referidas a ciertas materias; pero solo se hizo cuando se le refirió a ese único uno la torpeza gramatical de su líder (en funciones) -torpeza que la tiene, y mucha, en efecto. Además, a todos y a cada uno de los presentes en la sala, no solo a los dirigentes políticos, se les podría haber preguntado cuánto tiempo hace que no comen menús de ocho euros; pero a ninguno, salvo a ese mismo único uno, se le hizo análoga pregunta, como si solo él (y los de su gente, claro) no fuese parte de la gente común que comúnmente come menús de ocho euros. En fin, sectarismo de ocho apellidos, perdón, de ocho euros. 
Otro momento destacable, del destacado momento sectario del presentador, fue el de incluir en la lista de males causados por el gobierno (ya en funciones) una de las mayores expresiones de idiocia que se conocen por parte de un ministerio en materia de vivienda, pero que en este caso no es del gobierno (ya en funciones), del que sí es miembro el único uno. Y ojo, que grandes males y expresiones de estupidez ética y política también los han causado y las han pronunciado algunos ministros del gobierno ya saliente. En verdad, es de un cinismo nauseabundo decir que una vivienda de 30 metros cuadrados es una vivienda digna (para dos personas), pero eso se dijo -y con qué ufana facundia- en los mensajes del anterior gobierno -y de partido distinto- al gobierno ahora en funciones. El colmo del cínico sectarismo es contar las cosas como si por la boca del que tomas por tu enemigo hubiesen salido las barbaridades que dicen los amigos.
Pero sin duda, el momento más sectario del momento sectario -por partidista y parcial-, fue cuando el divino presentador solo invitó a entrar en la habitación de los pactos a cuatro de los cinco dirigentes políticos allí presentes, es decir, a todos menos a uno, el único uno. Eso fue la alineación expresa e inicial del divino presentador en favor de una de las partes, la que considera que ese único uno tiene prohibido con un “no” irrevocable (¿qué del “no” no ha entendido?) entrar en la habitación de los pactos del posible futuro gobierno. 
¿Cuántos apellidos y qué clase de apellidos se han de tener para que el presentador de una gala del cine no trate a uno sectariamente? A lo mejor no es asunto de ocho apellidos, sino de las ocho patas que tienen cuatro patos. O, tal vez, es que la habitación de los pactos solo tiene 30 metros cuadros y no caben más que los que caben. Lo que sí deseo y espero es que, sean los que sean quienes entren en la habitación de los pactos, no terminen -ni nos hagan terminar- como los odiosos ocho en la mercería de Minnie.
(tvb)