jueves, 1 de diciembre de 2016

LOS SABIOS DISPARATES

FILOSOFÍA DIALÉCTICA: EL SABIO DISPARATE. 
O con el ojo debajo del brazo. 


A José Manuel Palma Moreno, Antonio Gerardo García González, Paco Checa Olmos, Manolo Ruiz Abarca, Esteban Molina González, Paco Aranda Celdrán, Julio González Espejo y Ascen Marcelino Díazde Filosofía, profesores ellos y profesora ella. En amistad (y en orden temporal).

¿Recuerdan aquellas antologías del disparate que recopilaban respuestas variopintas y desternillantes del alumnado en pruebas escritas u orales? 

Comparto tres. Una me la cuenta un muy buen amigo, y las otras son de mi cosecha. 1ª. Sobre Heráclito, un alumno afirma que su filosofía es «pura dinamita». Y razón que lleva, pero la explicación hablaba de la realidad como puro dinamismo enraizado en el fuego primigenio. Pero no está mal. Hubo otros, en mis viñas, para los que nadie se baña dos veces en la misma playa,  porque todos los veranos cambiamos de traje de baño. Algo llamativo, sí, pero no descabellado: a fin de cuentas, no solo el mar tiene resacas, sino que la arena se la lleva el viento y la moda es un motor de cambio. Pero cuidado, que de seguir así, convertimos el mar en un resacoso borracho, a Heráclito en un personaje de «Lo que el viento se llevó» o en el guionista de una nueva película titulada «El fuego se viste de Prada». 2ª. Sobre la noción de sustancia. Alguien me la explicó una vez echando mano de su experiencia con «la sustansia que deja el cosío de mi madre». Está muy bien: ningún pensamiento sin experiencia, que decía Arendt. Además, el cocido es un proceso de separar la sustancia de los accidentes. Pero claro, la precisión y ajuste en la definición no fueron muy elevados, además de insuficientes para captar algún problema grave sobre la idea de sujeto y los fundamentos antropológicos del derecho penal. 3ª En uno de mis últimos años de docencia, para contextualizar culturalmente a un filósofo, les hablé de «la pintura de género», o sea, de lo que significaba, para la sensibilidad artística de la época, que las pinturas plasmasen escenas de la vida cotidiana. En uno de los exámenes me encontré escrito que el filósofo en cuestión era muy importante por haber sido un pintor feminista. En fin, me resultó muy excusable la confusión: había sido víctima de esos genios malignos que usan contra nosotros todo tipo de desplazamientos, asociaciones y superposiciones de significantes y significados.

En mi opinión, las reacciones que producen este tipo de respuestas, dependen del momento por el que pase la vida académica de quien las lee. Por lo que a mí respecta, aprendí a aprender con ellas. Así, me hacían -y me hacen- resituarme en esa parte de la parte confusa y extraviada que va dando tumbos en medio de la selva de tropos, categorías, conceptos y demás constructos que son nuestras asignaturas. Estas, bastantes veces, imponen -más que exponen- orden a la realidad, y también a las mentes que la piensa e, incluso, la sienten. Por esto, leer esos «disparates», me deja(ba) un cómplice regusto al comprobar que la realidad por conocer y las personas requeridas para conocerla, no son fácilmente domeñables, maleables, o sea, categorizables en su ser -el de ambos-, y en su pensar y sentir -el de las «criaturicas del demonio», que decían nuestros abuelos-. 

Claro, he de reconocer, que para ellas como para todos los demás, me parece mejor vivir con categorías, lo que no es óbice para procurar que estas sean acordes con lo que está en juego: la libertad y la verdad. ¡«Casi ná lo del ojo y lo llevaba debajo del brazo»! Y es que, como dijo el poeta, «libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien». Y ahí veo yo eso que otros, en otro sentido, llamaron el dolor del concepto; ahí percibo, siento y pienso esa dialéctica de una prisión que libera «Y» de una libertad que te apresa. Nuestra vida, en su transcurrir, tal como lo prueba su relación con la muerte, es el mayor oxímoron y el mayor quiasmo. Y cuanto antes lo entendamos, antes sabremos andar con el ojo debajo del brazo. Los sabios disparates. 


(tvb)