Palabras de Charlotte Delbo para medir nuestros días en el día de hoy:
«No tenemos modo de influir en el presente. A veces intento imaginar cómo sería yo si fuera como todo el mundo, si no hubiera ido allí. No lo consigo. Soy otra. Hablo y mi voz resuena como una voz ajena. Mis palabras vienen de fuera de mí. Hablo, y lo que digo no soy yo quien lo dice. Mis palabras van por un camino muy estrecho del que no se deben apartar, so pena de adentrarse en regiones en las que se harían incomprensibles. Las palabras no tienen el mismo sentido. Les oyes decir: “He estado a punto de caerme. He pasado miedo”. Pero, ¿acaso saben lo que es el miedo? O bien: “Tengo hambre. En el bolsillo de mi chaqueta debe haber una chocolatina”. Dicen: tengo miedo, tengo hambre, tengo frío, tengo sed, tengo sueño, me duele, como si estas palabras no tuvieran ningún peso. Dicen: voy a ver a unos amigos. Amigos… ¿Qué saben ellos de la amistad? Todas sus palabras son ligeras. Todas sus palabras son falsas. ¿Cómo estar con ellos si sólo llevas dentro palabras pesadas, pesadas, pesadas?»
(Charlotte Delbo. Auschwitz y después III. La medida de nuestros días. Trad. de Mª Teresa de los Ríos. Madrid: Ed. Turpial, 2004. pág. 52)
«Aquel poeta que nos había prometido rosas
Habría rosas
en nuestro camino
cuando volviéramos
había dicho.
Rosas
el camino era áspero y seco
cuando volvimos
Habría mentido el poeta?
No
Los poetas ven más allá de las cosas
y el nuestro era clarividente
si rosas
no hubo
es que no volvimos
y además
por qué rosas
no exigimos tanto
es amor lo que habríamos necesitado
si hubiéramos vuelto».
(Charlotte Delbo. Obra citada. pág. 58)
Nota: Los textos en francés, de la obra original, son de la edición electrónica Charlotte Delbo. Auschwitz et après. Mesure des nos jours. Les Éditions de Minuit, 2013 (correspondiente a la edición en papel de 1971). No modifico en nada la traducción al castellano que he reproducido aquí: dejo a criterio de los lectores realizar su propia traducción si así lo quieren.
«Nous n’avons aucune prise sur le présent. J’essaie quelquefois d’imaginer comment je serais si j’étais comme tout le monde, si je n’étais pas allée là-bas. Je n’y parviens pas. Je suis autre. Je parle et ma voix résonne comme une voix autre. Mes paroles viennent d’en dehors de moi. Je parle et ce que je dis, ce n’est pas moi qui le dis. Mes paroles vont sur un étroit chemin dont elles ne doivent pas s’écarter sous peine de de toucher à des régions où elles deviendraient incompréhensibles. Les mots n’ont pas le même sens. Tu les entends dire: “J’ai failli tomber. J’ai eu peur.”. savent-ils ce que c’est, la peur? Ou bien: “J’ai faim. Je dois avoir une tablette de chocolat dans mon sac.”. Ils disent: j’ai peur, j’ai faim, j’ai froid, j’ai soif, j’ai sommeil, j’ai mal, comme si ces mots-là n’avaient pas le moindre poids. Ils disent: je vais voir des amis. Des amis … Des gens chez qui on va dîner ou jouer au bridge. L’amitié, qu’en savent ils? Tous leurs mots sont faux. Comment être avec eus quand on ne porte que des mots lourds, lourds, lourds?»
«Ce poète que nous avait promis des roses
Il y aurait des roses
sur notre chemin
quand nous reviendrions
avait-il dit.
Des roses
le chemin était âpre et sec
quand nous sommes revenus
Le poète aurait menti?
Non
Les poètes voient au-delà des choses
et celui-ci avait double vue
si de roses
il n’y a pas eu
c’est que nous ne sommes pas revenus
et de plus
pourquoi des roses
nous n’avions pas tant exigence
c’est de l’amour qu’il nous aurait fallu
si nous étions revenus.»