lunes, 30 de enero de 2017

Resucitar para morir: el destino de los buenos libros.

De pronto, para interpretar y oponerse a una negra realidad actual, alguien resucita a un autor del pasado y a una de las obras de este a la que define como su buque insignia. Se sabe que esa resurrección durará lo que duran las vidas de la moda. No importa, al escritor y a su libro hay que transformarlo en el nuevo icono mediático. Lo importante es el icono. Basta que se dé un mínimo parecido entre la realidad que abordó en el libro y la nuestra, para que sean elevados a tema del momento, a «trending topic» que vende y renta. Resultado: la castración del alcance de sentido que tiene una obra, el desconocimiento del pasado y de las peculiaridades de nuestro presente. Epidérmica conciencia creativa. Y, por supuesto, mucha auto-complacencia en el mandarín intelectual. Esto es lo que nos da el inmenso «como sí» en que vivimos: «ya que se parece, pues como si fuese, aunque no sea». 

Así, vemos que entre quienes leyeron el libro, los hay que se ufanan de haberlo hecho -cual visionarios- hace mucho tiempo. Y entre quienes no la han leído aún, los hay que presumen de haberlo comprado «¡ya!». Pero otra cosa será que unos lo vuelvan a repensar (si es que lo pensaron en su día) y que los otros lo piensen tras haberlo leído (si es que en verdad llegan a leerlo). Pero bueno, el caso es que para los medios de masas -de multitudes, de gente, o de lo que sea, con tal que sea muchedumbre que consume cultura- ya hay una nueva vela que izar y a la que el olvido, más o menos inmediato, la arriará de nuevo. Y hasta la próxima, que no tardará en llegar. Así, las páginas de esas grandes obras, a las que se dice rescatar para mejor conocernos y conocer nuestro mundo de hoy, se vuelven tan fungibles como los folios en blanco de una copistería. De generación en generación, a fuerza de degeneración de la conciencia crítica, vamos como si fuésemos. 

¿Alguien cree que el autoritarismo del presidente actual de EEUU queda clarificado con rescatar el libro de Orwell «1984»? ¿Cuál es la utopía de Trump que se parece a la horrible utopía que Orwell denunció en este magnífico libro? ¿El autoritarismo caprino de Trump se basa en la ilusión de una utopía? ¡Vamos con los simplezas y los recortes de conciencia! ¿Con esa hermenéutica se pretende dictar la lucha contra el hatajo de autoritarios que proliferan por los gobiernos de nuestro mundo? ¿De ese modo, que convierte en tópicos un excelente libro y la temeraria realidad que vivimos, se contribuye a la auto-formación crítica de conciencias cívicas, las cuales deberían descriptar a los enemigos de la democracia? 


La llamada distopía de Orwell lo era por ser una crítica de los regímenes totalitarios de la primera mitad del siglo XX. Regímenes que se asentaron con la santificación teórica y la concreción institucional de las respectivas utopías políticas. Y hoy, cuando hace cien años de la revolución rusa de 1917, y habiendo vivido todo lo que la humanidad ha vivido de inhumanidad, o sea, habiendo muerto todo lo que del ser humano ha muerto, los libros de Orwell recobran un valor de sentido moral y político que no merece ser reducido a este banal presentismo. El libro «1984» no es un libro aislado en la escritura de Orwell. De la mano de esa obra están otras: «Rebelión en la granja», «Mi guerra civil española», «Homenaje a Cataluña», «Notas sobre el nacionalismo», etc. Quien pueda y quiera leerlos, se llevará más de una sorpresa, no solo estética, y su conciencia democrática lo agradecerá. 

(tvb)