lunes, 6 de febrero de 2017

ELOGIO DE «NARCISSUS».

Un diálogo sobre el narcisismo.

-Buenos días, buen amigo, ¿qué tal llevas la mañana?
-Bien, gracias; razonablemente bien, que diría un admirable Amigo que no conoces.
-Me alegro mucho de que al menos así sea.
-¿Cómo estáis vosotros?
-La verdad es que no podemos quejarnos. Vamos haciendo un poco más de eso que es ir haciendo. Gracias. Y, por cierto, ya que has hablando de admirable, te quiero preguntar algo.
-Yo también me congratulo de vuestra buena marcha. Pero dime, ¿de qué se trata?
-¿Has visto y leído lo que viene hoy en este periódico acerca del narcisismo?
-Sí, lo leí a primera hora de la mañana. No es la primera vez que este diario le concede espacio al asunto.
-¿No es la primera vez? Por favor, luego pasas las otras referencias. ¿Ok? Por ahora, deseo saber qué opinas al respecto.
-De acuerdo, al final te las paso. Ahora bien, ¿quieres saber qué opino sobre que se ocupen hoy del tema o qué opino del tema?
-No, me interesa conocer tu punto de vista sobre el tema. Sobre las razones que mueven a ocuparse de unos temas y no de otros podríamos conversar en otro momento.
-Bien, pues lo hablamos si así lo deseas. Pero ya sabes cómo soy: no me conformo con las primeras palabras que nos dictan sobre cualquier cuestión planteada.
-Ya, ya me lo has demostrado más de una vez; y es por esto por lo que te pregunto. Si sólo me interesase lo ya dicho, no te molestaría.
-Sabes bien, admirado amigo, que no molestas nunca, sino todo lo contrario. No obstante, estoy esperando una llamada de teléfono. ¿Te importa que interrumpamos si suena el móvil?
-En absoluto, faltaría más. Así pues, no te «entretengas más y suelta la gallina», que diría aquél.
-Muy bien, sin más cuartelillo: ¿Tú piensas de verdad que el narcisista nace, crece, se desarrolla y nunca muere? Porque yo creo que hay muchas clases de narcisismo, y no solo en lo referente al grado en que se padece. Porque esa es otra: al narcisista no solo lo sufren los demás, sino que también se sufren a sí mismos. El narcisista es destructivo tanto hacia fuera como hacia dentro.
-Sí, comparto contigo que algo de esto hay. Pero no veo muy claro hacia dónde vas con tu pregunta.
-Lo que quiero decirte es que hay «Narcisos» a quienes los demás los hemos creado, alimentado, y bautizado con ese nombre. Y no me refiero a que esto ocurre cuando nuestros exagerados halagos y declaraciones adulatorias son expresión de una admiración no ya falsa, sino equivocada por cuanto no se corresponden con las cualidades del adulado.
-¿A qué te refieres si no? ¿Puede haber un modo más grave que ese de la adulación que genera y nutre de narcisistas impenitentes a nuestras sociedades narcisistas?
-Tú lo has dicho, a nuestra narcisista sociedad. Pero esto es otra cuestión que vale por sí misma no ya un modesto intercambio de opiniones, sino un estudio concienzudo.
-Sigue, por tanto, con lo que estamos.
-A lo que quiero llegar es a decirte que más que al desmedido halago, interesado y calculado, por conveniencia, de los méritos que otro tenga, o no tenga, lo que me preocupa son esos casos en los que denostamos como narcisista a quien no hemos parado de negarle los méritos y cualidades que sí sabemos con certeza que los posee.
-Esto que me dices sí que es revertir responsabilidades, querido amigo. Es tanto como decir que la pupa que nos come bien la merecemos por tanta herida que hemos abierto y mantenido en su lacerante dolor.
-En efecto, de eso te hablo, de una nueva asignación de responsabilidades. Porque, ¿a qué viene eso de negarle el pan y la sal a quienes se los han ganado con creces? ¿A cuento de qué estrangulamos y asfixiamos a esas personas a las que objetivamente debemos nuestro reconocimiento y nuestra admiración a causa de la excelsa ejecución de sus capacidades? Y, para rematarlos, les ponemos la etiqueta, denigradora, de «cuidado con este narcisista, muerde». No solo los excluimos del reparto que hacemos de los aprecios debidos, a los que todo ser humano aspira, sino que los arrinconamos y los vituperamos.
-¡Vaya que sí que tienes una opinión, y muy grave sobre parte de este asunto!
-Y aún hay más. Para colofón, no perdemos la oportunidad de justificar nuestra conducta indecente diciendo que el narcisista así creado es una personalidad agria, arisca, autista, huraña, díscola, montaraz, indómita, tensa, sarcástica, paranoica, envidiosa, egoísta, egocéntrica, asocial, vanidosa, ambiciosa, etc. Y abundando, que es gerundio, hasta las mismas ciencias de la psicología emocional se olvidan mayoritariamente de estos hechos a la hora de exponer un saber integral del problema. Vamos, que la ciencia, una vez más, la ponemos al servicio ideológico de algunos que se hacen de más haciendo de menos a otros. Las ciencias al servicio de los más groseros narcisistas que, ocultando este su carácter, utilizan todo su poderío cultural, económico, mediático, social, para destruir a aquellas personas cuyas excelentes cualidades ponen de relieve su mediocridad y su megalomanía. ¿Y qué hacemos todos los que asistimos como espectadores complacientes y complacidos con el espectáculo? La mayoría de las veces asentimos y nos sumamos al linchamiento. Porque de esto es de lo que se trata en esos casos, de linchamiento personal, moral, cultural, social y hasta culinario si fuese preciso para los intereses de esos narcisistas que cuentan con magníficas artimañas para ocultar lo que en verdad son y hacen.
-Pues ahora comprendo yo, con esto que me cuentas, algunas cosas de algunos de nuestros comunes amigos. Ahora entiendo por qué estos no cesan en su lucha por reivindicarse a sí y a sus obras. Ahora comprendo por qué uno de ellos siempre nos recuerda, siguiendo a un filósofo francés, que la estima de sí, no es el amor desaforado al yo totalizante. Bien pudiera ser que haya poderosos Egos que niegan a otros la condición misma de otro, y les ningunean hasta el más mínimo reconocimiento, aunque lo merezcan. Menuda fábrica de «Narcisos».
-¡Oh, perdona! Lo que te comenté, me llaman al móvil, es un amigo, y de nombre «Narciso». Luego seguimos. ¿Te parece? En la mesa hay una ficha con los enlaces a la web del periódico.
-Claro que sí, no hay nada que perdonar, más bien que agradecer. Te espero visitando los enlaces.
-Sí, dígame usted Don Narciso, ¿qué me ofrece?
- …

(tvb)

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http://elpais.com/elpais/2017/02/03/ciencia/1486158032_914232.html

http://elpais.com/elpais/2017/02/03/ciencia/1486128718_178172.html

http://elpais.com/elpais/2017/02/02/ciencia/1486050766_609813.html

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/narcisismo-enfermedad/

http://verne.elpais.com/verne/2016/09/09/articulo/1473406380_558080.html

http://elpais.com/elpais/2014/10/07/icon/1412685969_115307.html


http://elpais.com/diario/2007/05/13/eps/1179036956_850215.html



Jan Cossiers (1600-1671). Narcissus.