Un diálogo sobre el narcisismo.
-Buenos
días, buen amigo, ¿qué tal llevas la mañana?
-Bien,
gracias; razonablemente bien, que diría un admirable Amigo que no
conoces.
-Me
alegro mucho de que al menos así sea.
-¿Cómo
estáis vosotros?
-La
verdad es que no podemos quejarnos. Vamos haciendo un poco más de
eso que es ir haciendo. Gracias. Y, por cierto, ya que has hablando
de admirable, te quiero preguntar algo.
-Yo
también me congratulo de vuestra buena marcha. Pero dime, ¿de qué
se trata?
-¿Has
visto y leído lo que viene hoy en este periódico acerca del
narcisismo?
-Sí,
lo leí a primera hora de la mañana. No es la primera vez que este
diario le concede espacio al asunto.
-¿No
es la primera vez? Por favor, luego pasas las otras referencias. ¿Ok?
Por ahora, deseo saber qué opinas al respecto.
-De
acuerdo, al final te las paso. Ahora bien, ¿quieres saber qué opino
sobre que se ocupen hoy del tema o qué opino del tema?
-No,
me interesa conocer tu punto de vista sobre el tema. Sobre las
razones que mueven a ocuparse de unos temas y no de otros podríamos
conversar en otro momento.
-Bien,
pues lo hablamos si así lo deseas. Pero ya sabes cómo soy: no me
conformo con las primeras palabras que nos dictan sobre cualquier
cuestión planteada.
-Ya,
ya me lo has demostrado más de una vez; y es por esto por lo que te
pregunto. Si sólo me interesase lo ya dicho, no te molestaría.
-Sabes
bien, admirado amigo, que no molestas nunca, sino todo lo contrario.
No obstante, estoy esperando una llamada de teléfono. ¿Te importa
que interrumpamos si suena el móvil?
-En
absoluto, faltaría más. Así pues, no te «entretengas más y
suelta la gallina», que diría aquél.
-Muy
bien, sin más cuartelillo: ¿Tú piensas de verdad que el narcisista
nace, crece, se desarrolla y nunca muere? Porque yo creo que hay
muchas clases de narcisismo, y no solo en lo referente al grado en
que se padece. Porque esa es otra: al narcisista no solo lo sufren
los demás, sino que también se sufren a sí mismos. El narcisista
es destructivo tanto hacia fuera como hacia dentro.
-Sí,
comparto contigo que algo de esto hay. Pero no veo muy claro hacia
dónde vas con tu pregunta.
-Lo
que quiero decirte es que hay «Narcisos» a quienes los demás los
hemos creado, alimentado, y bautizado con ese nombre. Y no me refiero
a que esto ocurre cuando nuestros exagerados halagos y declaraciones
adulatorias son expresión de una admiración no ya falsa, sino
equivocada por cuanto no se corresponden con las cualidades del
adulado.
-¿A
qué te refieres si no? ¿Puede haber un modo más grave que ese de
la adulación que genera y nutre de narcisistas impenitentes a
nuestras sociedades narcisistas?
-Tú
lo has dicho, a nuestra narcisista sociedad. Pero esto es otra
cuestión que vale por sí misma no ya un modesto intercambio de
opiniones, sino un estudio concienzudo.
-Sigue,
por tanto, con lo que estamos.
-A
lo que quiero llegar es a decirte que más que al desmedido halago,
interesado y calculado, por conveniencia, de los méritos que otro
tenga, o no tenga, lo que me preocupa son esos casos en los que
denostamos como narcisista a quien no hemos parado de negarle los
méritos y cualidades que sí sabemos con certeza que los posee.
-Esto
que me dices sí que es revertir responsabilidades, querido amigo. Es
tanto como decir que la pupa que nos come bien la merecemos por tanta
herida que hemos abierto y mantenido en su lacerante dolor.
-En
efecto, de eso te hablo, de una nueva asignación de
responsabilidades. Porque, ¿a qué viene eso de negarle el pan y la
sal a quienes se los han ganado con creces? ¿A cuento de qué
estrangulamos y asfixiamos a esas personas a las que objetivamente
debemos nuestro reconocimiento y nuestra admiración a causa de la
excelsa ejecución de sus capacidades? Y, para rematarlos, les
ponemos la etiqueta, denigradora, de «cuidado con este narcisista,
muerde». No solo los excluimos del reparto que hacemos de los
aprecios debidos, a los que todo ser humano aspira, sino que los
arrinconamos y los vituperamos.
-¡Vaya
que sí que tienes una opinión, y muy grave sobre parte de este
asunto!
-Y
aún hay más. Para colofón, no perdemos la oportunidad de
justificar nuestra conducta indecente diciendo que el narcisista así
creado es una personalidad agria, arisca, autista, huraña, díscola,
montaraz, indómita, tensa, sarcástica, paranoica, envidiosa,
egoísta, egocéntrica, asocial, vanidosa, ambiciosa, etc. Y
abundando, que es gerundio, hasta las mismas ciencias de la
psicología emocional se olvidan mayoritariamente de estos hechos a
la hora de exponer un saber integral del problema. Vamos, que la
ciencia, una vez más, la ponemos al servicio ideológico de algunos
que se hacen de más haciendo de menos a otros. Las ciencias al
servicio de los más groseros narcisistas que, ocultando este su
carácter, utilizan todo su poderío cultural, económico, mediático,
social, para destruir a aquellas personas cuyas excelentes cualidades
ponen de relieve su mediocridad y su megalomanía. ¿Y qué hacemos
todos los que asistimos como espectadores complacientes y complacidos
con el espectáculo? La mayoría de las veces asentimos y nos sumamos
al linchamiento. Porque de esto es de lo que se trata en esos casos,
de linchamiento personal, moral, cultural, social y hasta culinario
si fuese preciso para los intereses de esos narcisistas que cuentan
con magníficas artimañas para ocultar lo que en verdad son y hacen.
-Pues
ahora comprendo yo, con esto que me cuentas, algunas cosas de algunos
de nuestros comunes amigos. Ahora entiendo por qué estos no cesan en
su lucha por reivindicarse a sí y a sus obras. Ahora comprendo por
qué uno de ellos siempre nos recuerda, siguiendo a un filósofo
francés, que la estima de sí, no es el amor desaforado al yo
totalizante. Bien pudiera ser que haya poderosos Egos que niegan a
otros la condición misma de otro, y les ningunean hasta el más
mínimo reconocimiento, aunque lo merezcan. Menuda fábrica de
«Narcisos».
-¡Oh,
perdona! Lo que te comenté, me llaman al móvil, es un amigo, y de
nombre «Narciso». Luego seguimos. ¿Te parece? En la mesa hay una
ficha con los enlaces a la web del periódico.
-Claro
que sí, no hay nada que perdonar, más bien que agradecer. Te espero
visitando los enlaces.
-Sí,
dígame usted Don Narciso, ¿qué me ofrece?
-
…
(tvb)
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http://elpais.com/elpais/2017/02/03/ciencia/1486158032_914232.html
http://elpais.com/elpais/2017/02/03/ciencia/1486128718_178172.html
http://elpais.com/elpais/2017/02/02/ciencia/1486050766_609813.html
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/narcisismo-enfermedad/
http://verne.elpais.com/verne/2016/09/09/articulo/1473406380_558080.html
http://elpais.com/elpais/2014/10/07/icon/1412685969_115307.html
http://elpais.com/diario/2007/05/13/eps/1179036956_850215.html
Jan Cossiers (1600-1671). Narcissus.